“Malpaso”, un proyecto creativo fundado recientemente con el auspicio de la Fundación Ludwig de Cuba y el Consejo cubano de las Artes Escénicas, se entregó a fondo sobre el vasto escenario del capitalino Teatro Mella, con el objetivo fundamental de producir dos estrenos concebidos por un coreógrafo estadounidense invitado, Ronald K. Brown y el joven cubano Osnel Delgado, primer bailarín y director artístico del conjunto.
El escenario escogido resultó más apropiado para la obra de la primera parte de este programa de solo una hora 20 minutos. Inició con la pieza de Delgado, como anfitrión, bajo el intrigante y sugerente título de “24 horas y un perro”, bailada por cuatro parejas y el propio coreógrafo, sobre el soporte magnífico de una banda musical creada conjuntamente con el notable pianista de jazz (residente en los Estados Unidos), Arturo O´Farrill. El programa de mano desvela un dato importante para valorar con justeza la pieza: la música es el punto de partida de una complicidad artística, cuyo poder de “evocación y teatralidad” hicieron brotar improvisaciones “temáticas recurrentes”.
Los diseños de luces y del vestuario debidos al experimentado artista Erik Grass se convierten en cómplices relevantes de una dinámica e intensa entrega por parte de los intérpretes de ambos sexos, no siempre descalzos, pero con un atletismo en gran forma técnica, matizado por una gestualidad puntual, según sonaban los ritmos cubanos engarzados por O´Farrill y salpicados con brillantes solos de piano, trompeta, trombón o percusión cubana, y hasta hindú (según el caso).
La fisicalidad y calidad de movimientos de Osnel Delgado se impone a cada instante al resto de sus colegas, y se destaca en particular el extenso y lírico dueto bailado con Dunia Acosta, comparado con los otros tres o cuatro que posee esta obra coral dividida en siete “eventos”. Así concluye, con un “skyline” de La Habana sobre ciclorama negro, “un día típico en la vida de un bailarín”.
La segunda parte le correspondió al estreno de “Why You Follow/Por qué sigues”, de Ron K. Brown, coreógrafo residente en Chicago, asistido por el nativo costarricense de origen filipino Arcell Cabuag, fundadores en 1985 del grupo Evidence. Brown elabora sus movimientos y diseños reiterativos, pero diversos en gestualidad, a partir de su poema homónimo, cuyos versos dan la clave de sus intensiones: Camino yoruba/por qué sigues/Ese es vuestro sendero. La razón/tu propia vida/Amor, Libertad, Paz….
Su producción minimalista se ve prestigiada por los diseños de Clifton Taylor y Keiko Voltaire, en las luces y los figurines respectivamente, así como por la cinta magnetofónica, un inteligente collage editado con fragmentos musicales de Zap Mama, Gordheaven and Julian, The Allenko Brotherhood Ensemble y The Heavy Quartez.
En general, las obras de Brown tienen un sello particular, enfatizado por su interés por exhibir sus raíces africanas, sin duda de las regiones que pertenecieron al antiguo reino yoruba. Esta etnicidad está integrada genéticamente en los fabulosos bailarines cual hermosas tallas de ébano, de su compañía en Brooklyn. Aquí contó con bailarines tratando de asumir los matices corporales del estilo “Brown”, no muy difícil tarea con su preparación técnica, pero todavía se vislumbran las costuras. Notables sus diseños espaciales, siempre con la acelerada verticalidad siempre presente sobre sus pies desnudos.
Este diálogo o puente entre dos pueblos y dos culturas tan vecinas ha sido posible gracias al concurso de la Joyce Theater Foundation y la BAM (Brooklyn Academy of Music). Todo parece indicar que el público estadounidense podrá apreciar y aplaudir estas obras en fecha próxima.