San Francisco Ballet

El cuento rompe con los clichés

La “Cenicienta” creada por Christopher Wheeldon para el Dutch National Ballet en 2012 y estrenada en 2013 por la compañía que dirige Helgi Tomasson, se presenta en el Opera House del Kennedy Center de DC desde el 26 hasta el 30 de octubre. Una puesta deslumbrante pero sin hadas.

Deja un comentario Por () | 28/10/2016

Maria Kochetkova del San Francisco Ballet, en "Cenicienta" de Christopher Wheeldon. Foto: Erik Tomasson. Gentileza JFKC.

Maria Kochetkova del San Francisco Ballet, en “Cenicienta” de Christopher Wheeldon. Foto: Erik Tomasson. Gentileza JFKC.

Si la idea es encontrarse con un cuento de hadas tradicional, quizás habrá que buscarlo en otro teatro. Esta versión de “Cenicienta” creada por Christopher Wheeldon para el Dutch National Ballet en el Amsterdam Music Theatre en 2012, rescata algunos aspectos más sombríos de la versión de los hermanos Grimm, en contraposición con la de Jacques Perrault. Un año más tarde, el San Francisco Ballet también estrenaba en el Opera House de la ciudad esta magnífica coproducción entre ambas compañías que rompe con algunos clichés del género.

Sobre música de Sergei Prokofiev, una espectacular escenografía y un magnífico vestuario del diseñador británico, Julian Crouch, la compañía dirigida por Helgi Tomasson, llevó al escenario del Opera House del Kennedy Center esta “Cenicienta” deslumbrante, con toques de humor y dramatismo al mismo tiempo. En esta versión, Cenicienta planta una rama de avellana sobre la tumba de su madre, que luego crece y se convierte en un árbol mágico, que junto a cuatro espíritus reemplazan el rol del hada madrina del cuento tradicional.

Maria Kochetkova y Joseph Walsh, son los protagonistas de "Cenicienta" en la verión de Christopher Wheeldon para el San Francisco Ballet. Foto: Erik Tomasson. Gentileza JFKC.

Maria Kochetkova y Joseph Walsh, son los protagonistas de “Cenicienta” en la verión de Christopher Wheeldon para el San Francisco Ballet. Foto: Erik Tomasson. Gentileza JFKC.

El libreto de Craig Lucas, que induce al análisis de estereotipos psicológicos y sociales, muestra en el principio, a modo de prologo, a Cenicienta jugando con su madre enferma, el vacío de su muerte, el entierro y una escena en el cementerio. Escenas breves a través de las cuales la niña va creciendo. Hasta que finalmente, llega la madrastra (Sara Van Patten) y las desagradables hermanastras (Sasha De Sola y Ellen Rose Hummel). Y el caos. Cenicienta, Maria Kochetkova, se convierte en una víctima de esas tres mujeres y de un padre pusilánime que ni siquiera atina a defenderla.

Pero en esta historia no hay un hada madrina que se disfraza de pordiosera para probar la bondad de Cenicienta, sino que es el mismo príncipe quien llega a la casa en busca de comida y amparo. Allí se produce el primer encuentro entre Cenicienta y su “salvador”. El príncipe Guillaume, interpretado por Joseph Walsh, mostró a un bailarín interesante, atractivo y preciso en sus saltos, “pirouettes” y repetidos giros. Descollante, Taras Domitro (Benjamín), el amigo del príncipe, que no sólo hace despliegue de su histrionismo, su humor y su gracia, sino que deslumbra con sus saltos precisos.

En esta “Cenicienta”, los elementos mágicos y los poderes sobrenaturales los posee el árbol de avellana que había plantado Cenicienta plantó a los pies de la tumba de su madre. Al llegar allí, guiada por los espíritus protectores, el espacio se transforma en un bosque encantado donde los gnomos y los duendes logran transformar a la joven en una bella mujer. Aquí no hay ratones convertidos en lacayos, no hay calabazas transformadas en carrozas, ni lagartos mutados en caballos. Son los duendes del bosque los que realizan ese cambio: la carroza se construye con las ramas del bosque, y el traje dorado de Cenicienta, con plumas de aves.

Kochetkova es una bailarina delicada, sutil, con unos maravillosos brazos y una exquisita fluidez en sus movimientos. No obstante, en su segundo encuentro con el príncipe, en el palacio, no alcanzó a transmitir la emoción y el encanto de una joven enamorada durante en el impecable “pas de deux” que bailaron juntos.

Y en esta sucesión de elementos simbólicos, bellos, sutiles y deslumbrantes, el coreógrafo dejó para el desenlace final una escena sorprendente: una larga fila de sillas donde las damas de la comarca se probaron infructuosamente el zapatito de cristal, comienzan a suspenderse en el aire. Finalmente, Cenicienta reaparece en la escena y demuestra que era ella la secreta dama que había llegado al palacio. Y nuevamente, triunfa el amor.

Cenicienta ante el árbol mágico que la transformará en princesa. Foto: Erik Tomasson. Gentileza JFKC.

Cenicienta ante el árbol mágico que la transformará en princesa. Foto: Erik Tomasson. Gentileza JFKC.

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