Bobbie cumple 35 años, y sus amigos se preguntan, y le preguntan, algo que quizás ya no tenga importancia: ¿Por qué no se ha casado? Y tras ese cuestionamiento, llega la batería formal e inquisidora: ¿qué pasa que no encuentra al hombre adecuado? ¿Cómo no forma una familia? Planteos de rigor en todo entorno tradicional y conservador del siglo XX. Hoy, quizás estén fuera de lugar.
“Company” se estrenó en Broadway en 1970 y está considerado uno de los máximos exponentes del musical conceptual en el que la teatralidad y los diálogos cobran más importancia que lo habitual. La producción que llegó al Opera House del Kennedy Center y seguirá en cartel hasta el 31 de marzo, dirigida por Marianne Elliott, es una reposición de 2018 que reapareció en Broadway en 2021. Esta vez, la pieza cambió el género del protagonista. Ya no se trata de un solterón indomable, sino de una mujer independiente que se pregunta el sentido de estos obligatorios tabúes sociales.
Elliott, ganadora de tres premios Tony (War Horse, The Curious Incident of the Dog in the Night-Time, Angels in America), dirige esta nueva propuesta con acabado criterio estético y claridad estructural. Con la magnífica música de Stephen Sondheim y libro de George Furth, incluye memorables canciones premiadas como “You Could Drive a Person Crazy”, “The Ladies Who Lunch”, “Side by Side by Side” y “Being Alive”.
Un reparto de gran talento histriónico, voces excelentes y una exquisita puesta en escena componen esta trama ambientada en la ciudad de New York. La obra es una sucesión de viñetas que plantean situaciones cuya estructura se basa en la exploración de la protagonista, Bobbie (Britney Coleman), como testigo y observadora de la vida, las relaciones de pareja y los conflictos de sus amigos. Las escenas ponen al desnudo los temores, las incertidumbres y los comportamientos del ser humano, y las contradicciones que provocan el amor y el desamor.
Todo se desarrolla en medio de una escenografía geométrica con marcos de neón diseñados por Bunny Christie, que encajonan a Bobbie en estrechos cubículos asfixiantes por momentos. Cada uno de ellos representa determinados espacios, o bien, permiten que la protagonista recorra los apartamentos de uno y otro amigo, vivencie los conflictos subyacentes y los expuestos, y reflexione sobre lo que gana o pierde en esta decisión de romper con las estructuras sociales ya caducas.
Sin embargo, en una época en la que las mujeres están cada vez menos limitadas por los estereotipos sociales, quizás estas reflexiones sean innecesarias. No obstante, el cambio en el género del protagonista suena casi reivindicatorio. Muestra a una mujer libre, independiente, sin prejuicios ni condicionamientos. En este contexto, tal vez la inquietud de sus amigos de verla casada y con hijos, suene fuera de lugar. Y si Elliott tuvo la intención de dejar en evidencia la necesidad del “clan” de incorporarla como un “miembro más”, de hacerla cómplice de sus decisiones, no lo deja explícito en la trama ni en los diálogos.
Pero sí deja en evidencia las contradicciones de la mujer moderna. Una mujer que ya no está sujeta a los mandatos impuestos por la sociedad y que, al mismo tiempo, sigue perseguida por tradiciones ancestrales como el matrimonio y la maternidad. De esta manera, “Company”, no es un musical a secas, sino que induce a pensar y a reflexionar sobre las decisiones que cada uno toma en la vida.
Neil Austin, diseñador de iluminación, logra generar espacios y climas interesantes, atractivos y bellos que incitan a reflexionar sobre la temática propuesta en este musical. La coreografía de Liam Steel eleva la apuesta visual a lo largo de todo el espectáculo, y permite que el elenco se deslice a través de cada uno de los cuadros y situaciones. El resultado: un musical fuera de lo común que deja una puerta abierta para preguntarse sobre el rol de cada uno en la sociedad actual.