Company E

Marca un buen comienzo

La troupe dirigida por paul Gordon Emerson hizo su único debut en DC el sábado 25 en el Sidney Harman Hall con “Next: Israel”, un programa que reúne obras de coreógrafos israelíes, como parte de una serie que continuará con España y luego seguirá con Brasil.

Deja un comentario Por () | 01/03/2012

En "Next Israel", Company E presentó dos obras de Ohad Naharin (en la foto "Black Milk"). Foto: Paul Gordon Emerson. Gentileza Company E.

La primera vez en escena. La primera vez con un programa que nuclea coreógrafos de un mismo país: Israel. La primera vez que se presentan en Washington DC como Company E. Pero sin embargo, no es la primera vez que el director, Paul Gordon Emerson (CityDance Ensemble), dirige una compañía y la lleva desde el lugar más ignoto, al reconocimiento público.

Company E hizo su único debut en DC el sábado 25 en el Sidney Harman Hall con “Next: Israel”, un programa que reúne trabajos de coreógrafos israelíes, como parte de una serie que continuará con España y luego seguirá con Brasil y otros países.

Asociados con la embajada de Israel en este caso, con la Shakespeare Theatre Company y con Washington Performing Arts Society, Company E logró un programa interesante, en el que mostraron un verdadero mosaico de los talentos coreográficos de Israel. Pero fundamentalmente, y quizás esto sea lo más destacable de esta primera presentación, es que Emerson presentó una compañía con excelentes bailarines, buenos conocedores del lenguaje contemporáneo, y con sólida formación.

El programa, una mezcla de estilos y propuestas estéticas, abrió con dos obras de uno de los grandes modelos: Ohad Naharin, director de Batsheva Dance Company. Las realizaciones: “George & Zalman” y “Black Milk”. La primera, es una interesante propuesta que trabaja con el ritmo de las palabras extraídas de textos de Charles Bukowski.

A manera de poema en progreso, la obra, en la que se escuchan en segundo plano notas y acordes de una partitura de Arvo Part, comienza con: Ignora. No podría determinarse con precisión si el texto es producto del movimiento o a la inversa, pero luego sigue: Ignora todos los posibles conceptos y las posibilidades, y el texto va creciendo en la medida que los movimientos de las cinco bailarinas van desarrollando conceptos coreográficos, posturas estáticas, desplazamientos, sonidos. Si bien no es una propuesta innovadora, está muy bien lograda, y atrapa.

Luego, “Black Milk”, surge de un concepto tribal para cinco hombres que, con el torso desnudo, y sobre música de Paul Smadbeck, hacen un trabajo casi celular, con secuencias más “kinéticas” que danzadas. Estos hombres recorren la escena en busca, quizás, de la salvación.

En la segunda de las tres partes de este programa, una suerte de pas de deux contemporáneo, pone a una pareja en los límites de los recursos coreográficos y expresivos. Delphina Parenti y Tom Weinberger, a modo de espejo uno del otro, se van quitando la ropa, en la obra creada por Yossi Berg y Oded Graf, “Most of the Day I’m Out”. Una reflexión sobre los vínculos del amor que apunta a la danza-teatro. Pero quizás lo más atractivo de la obra, sea la calidad de los intérpretes. La convicción y la preparación tanto actoral como física.

Tal vez habría que preguntarse exactamente cuál fue el foco Andrea Miller al crear “Dust (for Jack)”. Una pieza en la que también se revelan costados de las relaciones humanas, y en la que dos hombres parecieran tratar de resolver, o no, los complejos caminos de una relación de amor, erotismo, competencias y desamores. Jason Garcia Ignacio y Robert Priore protagonizaron esta pieza cuyo rumbo coreográfico no quedó totalmente definido.

Movimientos estructurados, rígidos, a veces al unísono. Un grupo de ocho bailarines vestidos de blanco se desplazan en el escenario despojado, y logran establecer una fuerte presencia en la obra de Sharon Eyal y Gai Behar, “Killer Pig”. Con música original de Ori Licktik, los bailarines se agrupan y se dispersan de una manera casi mecánica y compacta. Impecable trabajo de la compañía, que logró internarse en ese laberinto de movimientos y crear belleza con sus cuerpos, con su musicalidad y con un espíritu grupal pocas veces visto, y mucho menos, en una compañía que recién nace.

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