Julie Kent, una de las tres heroínas de las últimas dos décadas del American Ballet Theatre (ABT), el sábado 20 de junio dijo “adiós” a la compañía con la que bailó durante 29 años. Y también, al escenario del Metropolitan Opera House de Nueva York, sede de la temporada de primavera del ensamble dirigido por Kevin McKenzie.
Para su despedida Kent escogió una de las obras clave de su repertorio, “Romeo y Julieta”, de Kenneth MacMillan, estrenada por el Royal Ballet of London en 1965 y por el ABT en 1985. La bailarina, que fue la primera estadounidense en recibir el Benois de la Dance, eligió al italiano Roberto Bolle como su Romeo.
Semanas atrás, Bolle fue también partenaire de Paloma Herrera, otra de las grandes heroínas que se despidió este año del ABT, y de Aurelie Dupont, cuando se retiró del Ballet de la Opera de París. Un bailarín excepcional que logra combinar una técnica impecable con una asombrosa, contagiosa y conmovedora intensidad actoral, y cualidades superlativas como partenaire.
A teatro lleno, se alcanzaba a escuchar en la platea: “mi Julie”, “mi pequeña Julie”, “ella es maravillosa”, “la vamos a extrañar”… Y una emoción incontenible explotó en el primer acto -en su primera aparición en escena-, con un aplauso prolongado que no dejaba escuchar la música, y al final, durante más de 20 minutos.
Kent comenzó su preparación con Hortensia Fonseca en la Academy of the Maryland Youth Ballet. Asistió a la segunda temporada de verano del ABT y a la School of American Ballet antes de unirse al ABT como aprendiz en 1985. En 1987, estelarizó la película “Dancers” con Mikhail Baryshnikov. En 1990 fue promovida al rango de solista de la compañía y a principal en 1993. Toda una vida con el ABT.
Kent y Bolle supieron narrar esta maravillosa historia de amor y odio, pintada con la maestría de Shakespeare, y por la increíble sensibilidad de MacMillan. Encarnar a estos personajes simbólicos que han quedado en la memoria colectiva como ideales del amor es un reto permanente para cualquier bailarín, dado que implica un desafío técnico y al mismo tiempo, interpretativo.
MacMillan hace transitar al cuerpo de baile con elocuencia y propone escenas intensas marcadas por la melodía incomparable de Sergei Prokofiev. Pero es en los bellos los pas de deux donde los bailarines principales juegan entre la danza y el dilema de esos dos jóvenes, víctimas del odio y el resentimiento de las familias. Kent y Bolle, se internaron en estos entrañables y trágicos personajes con absoluta y delicada sutileza e intensidad.
El primer acto, en la plaza de Verona: el enfrentamiento de Montescos y Capuletos. Un conflicto que se plantea a través de las figuras de Romeo, Mercutio (un magnífico Herman Cornejo), Benvolio (Blaine Hoven) y Tibaldo (Patrick Ogle), sobrino de los Capuletos.
Mientras que Julieta -en la segunda escena del primer acto-, con la Nodriza (Susan Jones), muestra a Kent encantadora y fresca. La adolescente juega con una muñeca semejante a la que, al final de la función, llegó de manos de un espectador y la bailarina se la entregó a su pequeña hija Josephine.
El Romeo de Bolle, cuyos saltos y giros precisos y seguros muestran su solidez como bailarín, adquiere un especial magnetismo y compone un personaje del que cualquier Julieta se enamoraría.
Pero más allá del trabajo de la pareja principal, en esta despedida de Kent, el Mercutio de Cornejo adquirió un protagonismo especial que despertó ovaciones en cada una de sus variaciones. Sus impecables saltos, su musicalidad, su técnica y su interpretación se convirtieron en algo memorable dentro de esta noche inolvidable.
El cuerpo de baile lució preciso en las danzas de palacio, con un vestuario bello, sobrio y atractivo creado por Nicholas Georgiadis, también responsable de la escenografía.
Luciana Paris, una bailarina con de amplio rango, se destacó especialmente en el trío de las prostitutas con un trabajo seductor y encantador, y con una descollante de energía que la distinguía de sus compañeras.
Kent y Bolle, en la crucial escena de El balcón lucieron impecables. Bolle, partenaire sólido e intérprete encantador, supo ensamblarse a Kent con apasionamiento y candor. Un encuentro en el que ambos mantuvieron perfección técnica y tocaron el corazón.
Con mayor dramatismo e igual desafío técnico, MacMillan recrea su pas de deux del dormitorio, en la última y primera noche que los jóvenes pasan juntos antes de que Romeo sea condenado al destierro, y antes también, de la tragedia final. Kent y Bolle, nuevamente, marcaron la intensidad de este momento. Al igual que en el pas de deux en la cripta de los Capuletos, donde Romeo, en su desesperación, baila con Julieta inerte.
Cuando cayó el telón, una ovación tronó en la sala y una lluvia de flores llego desde la platea y desde el escenario. Por allí comenzaron a desfilar uno a uno sus compañeros de ruta, mientras Kent dejaba aflorar su incontenible emoción.
Alessandra Ferri, Paloma Herrera, Irina Kolpakova, Natalia Makarova, Xiomara Reyes, y bailarinas solistas y del cuerpo de baile de la compañía subieron a escena para el último adiós. También lo hicieron sus antiguos partenaires, José Manuel Carreño, Ángel Corella, Marcelo Gomes, David Hallberg y Robert Hill, y su director, Kevin McKenzie. Casi al final, Victor Barbee, su esposo y director asistente de la compañía, y sus dos hijos, William y Josephine, a abrazaron a Julie Kent, contagiados por sus lágrimas. Antes de que se cerrara definitivamente el telón, Kent corrió hacia la platea y lanzó tres enormes besos como tratando de alcanzar a cada uno de los espectadores que esa noche la acompañaron en su despedida.