Anabella Lenzú

Entre el principiante y el experto

Desde have varios años la coreógrafa, bailarina y maestra argentina radicada en Nueva York transcribe sus experiencias como docente e intérprete. Reflexiones sobre el rol del bailarín en la sociedad actual, el proceso de creación, la meditación y otros elementos del trabajo diario.

Deja un comentario Por () | 04/08/2020

En los últimos 30 años, Anabella Lenzú se ha dedicado a investigar la lógica interior de la actuación. Foto: Todd Carroll. Gentileza AL.

En los últimos 30 años, Anabella Lenzú se ha dedicado a investigar la lógica interior de la actuación. Foto: Todd Carroll. Gentileza AL.

¿Por qué mencionar esta cita sobre la Meditación Zen? ¿Esta práctica influyó en mi filosofía o en mi trabajo? Considero la práctica de cualquier arte como una meditación acerca de la vida. En los últimos 30 años, he dedicado mi vida a investigar la lógica interior de la actuación y el rol del bailarín en nuestra sociedad actual, utilizando y respondiendo con este sistema de seis preguntas: quién, qué, cuándo, dónde, porqué y cómo, a través de la enseñanza de la danza, la creación coreográfica, y la escritura.

Nada me da más satisfacción que descubrir los diferentes procesos de creación, de devenir y de transformación. Mi mente y corazón curioso siempre me llevan a un nuevo comienzo, donde la creatividad me ayuda a trascender ideas y reglas, creando métodos significativos, en cada nueva aventura, tanto en el escenario como en el salón de clase.

Pero, ¿cómo se mantiene esta actitud de pureza después de 30 años? Hay períodos en los que mi niña interior está completamente despierta y la generosidad de mis descubrimientos son fáciles de comunicar y compartir. Hay períodos en los que la llama está casi apagada, y es aquí cuando mi experiencia y dominio del oficio, me guían como una persona ciega. Es un precario equilibrio entre mi estado interior y lo que me rodea.  La danza es unión con nosotros mismos, con los demás y con el medio ambiente.

Celebro, respondo, protesto, grito, lloro y me río de la vida a través de la danza. No quiero seguir una fórmula, ni apoyarme en mis previos fracasos o éxitos. Mi fórmula para seguir adelante es sorprenderme con cada descubrimiento. Tal vez inconscientemente, quiera seguir siendo ingenua y así mantener mi práctica “pura”, como dice el maestro zen. ¿Puedo obligarme a sentir sed o hambre? No puedo.

Usted, mi lector, me preguntará, ¿qué pasa con la mente del experto? Piensa que después de 30 años, enseñando en tres continentes, en más de 50 instituciones, embajadas, escuelas públicas y privadas, universidades, academias, compañías de danza, festivales e instituciones, ¡siento que soy un máster!? Lo único que sé es que estoy aquí, todos los días, abriéndome al encuentro mágico y misterioso con otros en la vida, en el escenario y en un salón de clases. Mi meditación diaria es observar los cuerpos de mis bailarines con gran detalle y con amor, ver cómo sus expresiones (mentales, emocionales y espirituales) emergen y florecen en cada ensayo, en cada clase.

Es como observar la naturaleza que se revela ante nuestros ojos, como una planta que crece de una semilla y se convierte en un árbol con flores y frutos. ¡Qué privilegio! Aquí está la mente del principiante: observando, nutriendo y guiando a otros, porque nuestros cuerpos son una perfecta manifestación de vida. Nuestros cuerpos, son nuestro templo. Cuando bailo, siento las fuerzas de la vida en todo mi ser. Estoy despierta y todos mis sentidos están alertas, para compartir el regalo de mi danza, para conectarme con otros, desde mi ánima hasta el ánima del espectador. Aquí, la meditación ocurre después del espectáculo cuando reflexiono acerca de mi interacción y la reacción con el público.

Para mí, danzar, es un intento de comunión con los demás y con mi entorno. Quizás una de nuestras necesidades como seres humanos es conectarnos con la presencia de Dios o con un poder mayor que nosotros. A veces siento que mi danza es un rezo. Como siempre digo, un buen maestro es un excelente estudiante, y es por eso que quiero permanecer abierta a todo y disponible en cada nueva experiencia.

Mi profesión me permite experimentar la generosidad, compasión, altruismo, empatía, tolerancia, paciencia y gratitud. Valoro la libertad y el respeto por los demás al entregarme totalmente en el proceso de aprendizaje. El arte de la enseñanza comprende la contemplación, apreciación, reflexión, intercambio, observación detallada, asimilación y desarrollo de la conciencia humana.

www.AnabellaLenzu.com

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