Isabel Bustos

Confesiones íntimas

La coreógrafa, reciente Premio Nacional de Danza y fundadora de la compañía Danza Teatro Retazos, cuenta su historia desde sus primeros pasos hasta una de sus últimas creaciones. Su estilo, sus elecciones, sus tendencias desde una mirada personal y objetiva.

Deja un comentario Por () | 02/11/2018

Talleres de formación en la sede de Danza Teatro Retazos en el Centro Histórico de La Habana Vieja. Foto gentileza DTR.

Talleres de formación en la sede de Danza Teatro Retazos en el Centro Histórico de La Habana Vieja. Foto gentileza DTR.

En una tórrida tarde de agosto: una conversación sobre lo terreno y lo divino con Isabel Bustos, en su sancta sanctorum de la sede de Danza Teatro Retazos, la compañía que fundó y dirige hace más de dos décadas. Fue en Los Jardines de las Carolinas -con el auspicio de la Oficina del Historiador de La Ciudad-, en una hermosa y angosta calle del Centro Histórico de La Habana Vieja.

La plática comenzó con los obligados cuestionamientos típicos para llegar a unos fluidos niveles de confianza, ora de familiaridad entre profesionales civilizados que comparten intereses comunes en el mundo del arte de la Mayor de las Antillas. Como quien dice, “a boca de jarro”, y conociendo su reticencia a hablar de ciertas intimidades personales, surgieron las primeras preguntas sobre su familia y su llegada al mundo, sus avatares en su recorrido vital hasta llegar a Cuba como destino definitivo,.

“Nací en el seno de una familia muy especial –confiesa–. Era una mezcla de ecuatorianos y chilenos. Mi madre fue una mujer con una personalidad muy interesante, fuera de época si consideramos aquel medio social conventual. Se destacaba por ser una persona diferente con respecto a las otras mujeres que la frecuentaban. Somos cinco hermanos, con padre chileno y madre ecuatoriano. Ella, mi madre, tenía de gitana, por eso siempre estábamos de mudanza, de un lugar a otro, por ello nuestros constantes desplazamientos a los dos países originarios de mis progenitores. Te diré que tuvimos una infancia un tanto trágica, al morir mi padre cuando era muy niña y la lucha por sobrevivir se nos hizo difícil. Esto fue superado cuando mi madre se volvió a casar, esta vez con un hombre distinguido que la quería muchísimo, diplomático de carrera, al que propusieron irse de misión como embajador a Canadá, sin embargo hubo cambios en el ministerio y, definitivamente, lo enviaron a Cuba”.

“Entonces era muy pequeña, también mi hermana, no pasábamos de los 10 años cumplidos cuando desembarcamos en La Habana. Lo que mantengo como recuerdo de aquella ocasión es el impacto con el calor y la humedad de la isla, que no nos permitía casi respirar; lógicamente fue un contraste con el clima de Quito, ciudad de gran altura y de clima seco y frío”.

“Esto acontecía en los primeros años de la Revolución que derrocó a Batista en 1959. Llegamos en medio de la efervescencia del triunfo de Fidel Castro y sus barbudos, y mi madre era una enamorada del líder máximo y del movimiento de izquierda que se instalaba en la isla, y como consecuencia se involucró apasionadamente con estos procesos sociales, dándole su apoyo.  Mas su esposo recibió instrucciones de trasladarse a otro país y mi madre decidió quedarse a vivir en Cuba permanentemente”.

“Consigue una entrevista con Fidel Castro, allí le explica su interés de permanecer en Cuba y con dos hijas menores de edad. Él le brindó su apoyo, aunque preocupado por los estudios de nosotros, le pidió su parecer para otorgarles becas. Entonces, mi madre que fue excelente bailarina y vinculada con las artes, respondió que mi hermana iría a estudiar artes plásticas y yo en ballet (así fue, aunque yo siempre estuve interesada en los estudios musicales). Después de tres años en la Escuela Nacional de Ballet, me proponían ir a una compañía profesional para dedicarme a las danzas de carácter, pero eso no era realmente algo para lo que estaba preparada. Mi hermana se graduó y, rápidamente, comenzó a realizar murales, vinculados con el proceso revolucionario local”.

“Por mi parte, decidí probar suerte en la Compañía Nacional de Danza Moderna (hoy, Danza Contemporánea de Cuba) y allí  me interesó mucho el trabajo del maestro Guido González del Valle, como enfrentaba la docencia para trasmitir sus saberes a los bailarines. Lamentablemente, poco después decidió irse del país, dejándome sin su guía estética, por lo que pasé por otros grupos, hasta que retorné al Ecuador. Allí formé parte del team que formaba la Compañía Nacional de Danza, convocada por la bailarina Noralma Vera para que la ayudara junto con otros artistas del país. Realmente, esto me desviaba de los estudios sociológicos, mi interés primordial entonces, pero ante la insistencia volví al redil”.

“Bailé algunas obras de coreógrafos importantes sudamericanos y norteamericanos, sin embargo nada de eso me sedujo. Así que decidí bailar obras de mi cosecha, como “Cono Sur”, producto resultante de los terribles sucesos en Chile  con la caída del gobierno de Salvador Allende y la instauración de la cruenta dictadura pinochetista. Aquí comienzo a mostrar mi tendencia a llevar a la escena de danza los temas políticos álgidos. Posteriormente volví a Cuba, después viajé a Francia para cumplir con una beca, que me concedieron para estudiar coreografía en París por 3 años. Creo que los aproveché bastante bien”.

“Tuve la oportunidad de quedarme en Europa, pero debía retornar a La Habana para cumplir con mis deberes maternos, pues tenía allí un hijo cubano que atender. Se me abrían las puertas para ingresar en los circuitos teatrales de Londres, de la India, por ejemplo. En Cuba, también, estaba otra de mis grandes pasiones: Fidel Castro y su revolución. Es aquí donde me siento realizada, y creo que es donde mi vida tiene un sentido. Me parece que  así respondo tu pregunta”.

Isabel Bustos llegó a la Habana cuando tenía 10 años y luego entró a la Escuela Nacional de Ballet. Foto gentileza DTR.

Isabel Bustos llegó a la Habana cuando tenía 10 años y luego entró a la Escuela Nacional de Ballet. Foto gentileza DTR.

Comenzando a crear

“Empecé a elaborar coreografías pequeñas paralelamente con mi trabajo docente como profesora en la Escuela Nacional de Arte (ENA), donde fui maestra de maestros y de alumnos. En un final, pensé que me resultaba mejor formar una compañía pequeña, de unos diez bailarines de ambos sexos. Entonces llegó lo que se ha dado en llamar “período especial”, una crisis económica difícil de superar para la acción cultural: varias salas teatrales y otros espacios adecuados  fueron cerrados temporalmente.  Felizmente encontré un espacio público donde trabajar y presentar mi obra, se llamó “el Patio de María”, proyecto juvenil en una Casa de la Cultura municipal, con el mínimo de recursos posibles. De aquí seguí en busca de otra visibilidad, y llegué al floreciente centro histórico patrimonial de la Habana Vieja, donde se concluían los trabajos de restauración de palacetes coloniales, y serían sedes de diversos proyectos culturales, amparados por nombres ilustres de países sudamericanos. Inspirada por este vibrante entorno, nacieron algunas de mis mejores obras coreográficas, algunas se mantienen vivas en el repertorio de Retazos, y se han presentado en los escenarios de la capital o en el extranjero, con éxitos de pública y crítica especializada”.

Ante la pregunta: ¿Por qué el teatro dramático es un elemento importante en tus creaciones escénicas, al punto que tu compañía es “danza teatro”?

“Pues te diré que tiene sus orígenes en un encuentro con dos iconos del teatro cubano, desafortunadamente desaparecidos: los hermanos Raquel y Vicente Revuelta. Mi encuentro con ellos y su trabajo con su grupo Teatro Estudio, me marcó y enriqueció artísticamente, pues asistía regularmente a sus ensayos, y me invitaron a colaborar en algunas de sus laureadas puestas en escena. Raquel se interesó en mi obra, y me pidió que las presentara en su sede, la Sala Hubert de Blanck, los sábados. Hubo una buena afinidad con los hermanos Revuelta y su docencia en la Universidad de las Artes, el ISA, con una nueva metodología allí aplicada por Vicente. Fue precisamente Raquel la que me alertó para definir lo que hacía en danza. Un día me dijo: Oye, Isabel, lo que tú haces es danza-teatro. Desde entonces comenzamos a trabajar conjuntamente”.

Por falta de información actualizada, en aquellos tiempos no se conocía que tanto en los Estados Unidos como en Europa ya se creaban obras calificadas por los críticos como “danza teatral”.

“Me enteré de ellas porque me lo comenta la Revuelta, estaba ajena a lo que otros coreógrafos foráneos – establecidos y reconocidos-  ya practicaban  en su escritura coreográfica”.

“Siempre me ha gustado tratar temas que sean interesantes al expresarlos con movimientos:  da lo mismo que sea inspirado por un sombrero, o una canción, o un acontecimiento social o político de mi entorno inmediato, o un espacio físico arquitectónico determinado que me motiva…inmediatamente me brotan las ideas y me pongo a crear la futura pieza”.

“No me interesa crear danzas o espectáculos por encargo –por supuesto que los he hecho-, al tratarse de una poderosa obligación profesional. Por ejemplo, mi última obra, recientemente estrenada en los salones de Retazos, “Mensajeros” es un poco eso: expresar con mi particular lenguaje coreográfico los acontecimientos terribles que agobian nuestro mundo hoy;  que pudieran desembocar  en una Tercera Guerra mundial. Espero que nunca suceda esto, o al menos que no seamos testigos oculares, o posible víctima letales”.

“Realmente, existen situaciones de crisis tan violentas en varias regiones de nuestro planeta que muestran cuánto han cambiado en “nuestra casa común”, las perspectivas de vida en poco menos de dos décadas. Todos formamos parte de una diáspora donde se ha perdido la esencia de lo humano en muchos ámbitos, y todo lo que acontece en el universo nos toca…Gracias a Dios, en Cuba, existe la armonía, porque creemos todavía en la espiritualidad, y tenemos fe en el futuro posible”.

“Seguimos trabajando en algo que creemos va a funcionar, y nos esforzamos en apoyar al prójimo; algo que ayudará al crecimiento cultural de los jóvenes. Si observamos la situación social en otros lados del planeta, constatamos que la confianza en el futuro se acabó”.

Mensajeros

Ensayos en la Universidad de las Artes, ISA, donde Isabel Bustos comenzó haciendo puestas coreográficas de danza-teatro. Foto gentileza DTR.

Ensayos en la Universidad de las Artes, ISA, donde Isabel Bustos comenzó haciendo puestas coreográficas de danza-teatro. Foto gentileza DTR.

La más reciente pieza de Bustos, “Mensajeros” que podría calificarse como “work in progress”, es una muestra de movimientos violentos, ejecutados por 17 bailarines de ambos sexos con una gestualidad rotunda, que exhibe un rechazo al negativismo al no carecer de la espiritualidad. ¿Cuál sería el origen de este discurso coreográfico?

“La génesis de esto debo buscarla en las cosas que quedaron arraigadas en mí durante la niñez, en la formación recibida de una institución religiosa católica para niñas: lo aprendido allí no desaparece del todo, está en los estamentos profundos de tu cerebro. Si bien he seguido otros derroteros, la esencia está ahí”.

Algunas de sus obras han sido dedicadas o inspiradas por músicos, cultivadores de diversos géneros musicales, ya sea compositores como intérpretes…también ha mostrado su vertiente en el dominio de las artes visuales… Siempre ha llamado la atención la importancia que Bustos le otorgas a la música en sus proyectos creativos. ¿A qué se debe esto?

“Diré algo que nunca antes había desvelado: un tío abuelo fue el célebre pianista chileno Claudio Arrau –los cubanos todavía recuerdan su virtuosismo en las presentaciones que realizaba en el fenecido teatro Auditorium en la pasada centuria-, no lo llegué a conocer pero mi madre me habló mucho de él. También tuve otros parientes músicos aunque no tan relevantes”.

Para Isabel Bustos a la hora de pensar en una nueva obra, que va primero ¿la música?  ¿El tema o el concepto?

“Algo que no sucede siempre: a veces la música es la que me conduce al desarrollo de una coreografía. O puede suceder lo contrario; cuando me surge una idea con determinada dramaturgia debo entonces encontrar la música adecuada a ella, no cualquier música (como sabes en este país es muy difícil que un compositor te escriba música original para tu obra)”.

“En el otro aspecto de las imágenes, mis movimientos están muy vinculados con las imágenes; para mí tiene más valor la imagen lograda que las técnicas del movimiento. Me gusta mucho el cine, pero no está muy presente en mis proyectos. En cambio te confieso que me impresionan  mucho las secuencias fuertes de Andrei Tarkovsky, y las del gran maestro sueco Ingmar Bergman; ambos son muy existenciales y eso es lo que más me gusta hacer en mis coreografías”.

Algunos observadores de tu repertorio le atribuyen influencias de la notable maestra alemana Pina Bausch, ¿qué hay de cierto en esto?

“Particularmente, no lo creo. Algunas personas me lo han comentado en varios países que visité en giras con Retazos.  Nunca pude conocerla personalmente y tampoco he visto mucho de su obra”.

“Sí creo que es una coincidencia, y a los que me conectan con la Bausch siempre les doy las gracias por compararme con alguien tan grande como ella. Lo tomo como un elogio que me honra”.

También se advierte que también te involucras en la producción de las puestas en escena…

“Casi siempre diseño los figurines, aunque en los programas aparecen los nombres de quienes los realizan. En cuanto a los diseños de luces, también intervengo pero deseo conocer más sobre la iluminación teatral. Para ello, tendremos pronto a un experto diseñador de luces de Alemania que ofrecerá una serie de talleres en nuestra sede, muy necesarios para el perfeccionamiento de nuestro equipo técnico”.

 

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