Después de una larga ausencia de los principales escenarios habaneros, particularmente aquellos espacios enfocados a mostrar lo más creativo en danza contemporánea, la coreógrafa Rosario Cárdenas -Premio Nacional de Danza, fundadora y directora general de su propia compañía- propone ahora un re-visita a dos de sus más exitosas creaciones, así como un par de estrenos absolutos de su cosecha, en la primera semana, que comenzó el 12 de junio. Y como parte de las celebraciones de los 30 años de la compañía, también subió a escena el estreno en Cuba de una obra reciente de Nelson Requera, ex discípulo suyo, quien retorna a su redil cual apreciado hijo pródigo con una pieza coral para toda una noche, la segunda semana, siempre en el hermoso y estropeado teatro capitalino “Mella”.
El primer programa pudiera calificarse de un “todo Cárdenas”, al entregarnos fragmentos (muy revigorizados) de “María Viván” (1997), eligiendo escenas inspiradas en los textos del icónico dramaturgo cubano Virgilio Piñera, entre ellos “Lady Dadiva” (sic), “La cartomántica”, “Rosa Cagí” y “La carne de René”. Esta pieza recibió, entre otros reconocimientos, el importante Premio Villanueva de la Crítica (UNEAC) de 1998. Le siguió “Tributo a El Monte” (2013), un homenaje a la investigadora Lydia Cabrera, autora del libro homónimo, fuente seminal para los estudios de las religiones de raíz africana en el archipiélago cubano. En esta ocasión, las escenas presentadas de esta obra solamente conservan las estructuras coreográficas sin la escenografía, imágenes cinematográficas y fijas, utilizadas entonces en su estreno absoluto.
Sendas piezas fueron bailadas -hic et nunc- por una docena de nuevos bailarines recientemente incorporados al conjunto por la maestra Cárdenas, previa rigurosa audición -con excepción de la bailarina Karim Ortiz (del elenco original de “El Monte”)-los cuales se enfrentan valientemente, por vez primera, a los rigores y particularidades del estilo y técnicas combinatorias de la escritura de Cárdenas. En este título la coreógrafa se remite a la antropología de la danza, como herramienta, para “sacudir” al espectador adocenado con elementos de un provocador erotismo, inherente con aquello que –en la Mayor de las Antillas– se denomina “cubanía”.
Después de una breve pausa, al retornar a la sala, nos confrontamos con dos estrenos absolutos (de pequeño formato) de la directora y fundadora de la agrupación: “Trazos en aire curvo”, inquietante título para esta pieza con soporte musical de un mediático DJ local, Iván Lejardi, diseño de luces por Guido Gali y un fantasioso vestuario diseñado por un trio femenino: Raquel Janeiro, Ilse Antón y Lauren Fajardo. Esta vez, un grupo mixto de ocho bailarines se esfuerzan atléticamente por mostrarnos este denominado “módulo coreográfico” -como lo define la autora- en una pieza construida entre la expansión de la lógica combinatoria y la sintaxis discursiva de la expresividad “en perpetua contingencia”.
Para el cierre, se decidió por “La Gaviota”, que la coreógrafa Cárdenas dedica a la diseñadora Lauren Fajardo Cárdenas, donde exhibe sus intenciones de construir una “invocación a la singularidad por desarrollar la capacidad de adaptarnos y elevarnos en defensa de la diferencia”. La coreógrafa nos regaló su mejor creación en el presente, según mi opinión, y aquí ella está apoyada artísticamente (en gran medida) por su equipo de producción. Particularmente distinguido por el compositor de la música original, Juan Piñera (uno de los más destacados de su generación), que eligió como formato un espléndido cuarteto de cuerdas, piano y clarinete, logrando un ajuste estético coherente con la atmósfera onírica de las luces diseñadas por Gali.
Insertadas en dos momentos de este programa –como decisión riesgosa y loable de la directora artística– estuvieron dos miniaturas coreográficas debidas al incipiente talento de ambos novatos en el arte de esta escritura, al mismo tiempo bailarines de este conjunto. Como era de suponer, mostraron sus debilidades dramatúrgicas, las costuras y las consecuentes ingenuidades: en el solo masculino “Tres”, creado e interpretado por Osbiel Lazo –en un desnudo integral- con el soporte musical de una cinta magnetofónica que integró variados autores y diversidad de ritmos. Luego, subió a escena el dúo “Al final de cada lluvia”, donde se entregaron los juveniles autores e intérpretes en una demostración corporal “a lo Dalcroze”, Gabriel Martínez y Aris Pino. Este último, por su perturbadora presencia física, nos hizo pensar en el personaje de Tadzio, como fue acuñado por Luchino Visconti en su versión fílmica de “Muerte en Venecia” de Thomas Mann. En ello, podríamos interpretar su desiderata: entre el Tú y el Yo, el que guía y el guiado, el que mueve y el movido. La elemental y naif interpretación filosófica del dominador y el dominado en la relación de una pareja “queer”.
El segundo fin de semana, que culminó el 23 de junio, la compañía de Cárdenas presentó el estreno en La Habana de “Deseo”, creación coreográfica original del cubano Nelson Requera –hace más de una década afincado en Europa– con luces y vestuario diseñados por el propio coreógrafo, apoyado por una seductora música grabada, integrada por piezas de Norman Lévy, con el “Got to be Real de Cheryl Lynn. La escenografía minimalista, acreditada al francés Jean-Marc Vibert, está dominada –en un lateral del escenario- por una plataforma cuadrada en plano inclinado, donde se desarrolla la acción mixta de los nueve intérpretes-danzantes, con gran efectismo en su virtuosismo controlado su ductilidad física, adquirida en una insólita brevedad. El propio Requera expresa en sus notas al programa de mano, como posible lectura:(esto es) altar para explorar el deseo que aparece, desaparece, se trueca, desvanece los cuerpos para luego transfigurarlos en otra naturaleza. También aquí están presentes los desnudos integrales, justificados y sin caer en lo grotesco de posibles excesos: su empleo en el final fue impactante, para conocedores y legos.
Texto de presentación al programa firmado por Rosario Cárdenas
Aniversario 30 de la compañía Rosario Cárdenas. Junio 2019.
“Inicié mi carrera profesional como bailarina en el Conjunto Nacional de Danza Moderna, hoy Danza Contemporánea de Cuba. La obra “Dédalo” de 1989, que coreografié y dirigí, me animó en su última función a dar el paso como creadora y directora de Danza Combinatoria, convertida ahora en Compañía Rosario Cárdenas. Era el momento ansiado de un cambio en el afán personal de continuar la búsqueda estética de la expresión del movimiento, del estudio del cuerpo y de transitar por un camino en el que podía potenciar mis entregas, antojos, desvelos, pérdidas y encuentros.”
(…)