Ballet de Baviera

La clásica historia trae nuevos rostros

El Teatro Nacional de Múnich recibió la versión de 1962 de “Romeo y Julieta”, con coreografía de John Cranko, sobre la música de Sergei Prokofiev. El reparto de la compañía dirigida por Igor Zelensky estuvo integrado por Maria Shirinkina y Vladimir Shklyarov, en los protagónicos.

Deja un comentario Por () | 11/11/2016

Maria Shirinkina y Vladimir Shklyarov, primeros bailarines del Ballet de Baviera, en el Teatro Nacional interpretaron "Romeo y Julieta". Foto: Wilfried Hösl. Gentileza del BB.

Maria Shirinkina y Vladimir Shklyarov, primeros bailarines del Ballet de Baviera, en el Teatro Nacional interpretaron “Romeo y Julieta”. Foto: Wilfried Hösl. Gentileza del BB.

La coreografía de John Cranko para el ballet de Sergei Prokofiev, “Romeo y Julieta”, tiene ya más de medio siglo (se estrenó en 1962) y está en el repertorio del Ballet de Baviera desde hace 48 años. Así pues, no es extraño que el paso del tiempo haya dejado sus huellas… Durante años el espectador se habitúa a contemplar los mismos movimientos, los mismos trajes y escenografías, como si formaran casi un fenómeno natural inevitable y sobreentendido, siempre igual, como la lluvia en otoño y la nieve en invierno; hasta que un buen día, de pronto, advierte que han envejecido, que no son atemporales, que son el reflejo una época pasada y que, en determinados aspectos, resultan extrañamente obsoletos.

Jonah Cook, como Mercutio, en "Romeo y Julieta", presentada por la compañía que dirige Igos Zelensky en el Teatro Nacional. . Foto: Wilfried Hösl. Gentileza del BB.

Jonah Cook, como Mercutio, en “Romeo y Julieta”, presentado por la compañía dirigida por Igor Zelensky. Foto: Wilfried Hösl. Gentileza del BB.

Esto es precisamente lo que ocurre con la coreografía de Cranko y los trajes de Jürgen Rose (su escenografía se defiende mejor): las escenas de masas son demasiado típicas de la década del sesenta, los pas de deux resultan innecesariamente artificiosos, el vestuario (a pesar de su historicismo) recuerda a modas que ya pasaron… Y uno, de repente, desearía ver una producción más clásica y atemporal, a pesar de las innegables cualidades de la que tiene ante los ojos, como por ejemplo sus incontables detalles alusivos al arte del “quatrocento”, su dinamismo, y otros elementos.

Por otra parte, esa misma vejez tiene un cierto encanto nostálgico y un valor histórico que no se puede ignorar. Sea como fuere, dado el enorme arraigo en Múnich de esta versión (una de las tres “canónicas” junto a las de Lawrowsky y McMillan), no es probable que en un futuro próximo salga del repertorio.

Si la producción que se presentó en el Teatro Nacional es la de siempre, no así sus intérpretes, los nuevos solistas traídos a Múnich por el director de la compañía, Igor Zelensky, como Maria Shirinkina. También en el papel de Julieta, Shirinkina es una intérprete exquisita. Ligereza, perfección técnica, bellísimo port de bras y magnífica musicalidad son los habituales en ella. Junto a la excelsa bailarina lírica, lo que se descubre en esta producción, es su no menos impresionante capacidad como bailarina dramática. Shirinkina sabe dar a su personaje un grado de credibilidad psicológica como muy pocas veces puede verse en el ballet; todos los tonos afectivos necesarios, incluso los más sutiles, están presentes con fuerza, pero sin ninguna exageración. En definitiva, una Julieta perfecta.

Maria Shirinkina en el rol de Julieta, en la versión del clásico de Shakespeare creada por John Cranko. Foto: Wilfried Hösl. Gentileza del BB.

Maria Shirinkina en el rol de Julieta, en la versión del clásico de Shakespeare creada por John Cranko. Foto: Wilfried Hösl. Gentileza del BB.

Como Romeo, Vladimir Shklyarov derrocha energía y virtuosismo en cada paso. También él está dotado de una musicalidad poco habitual. Pero lo mejor de su actuación se encuentra en el modo absolutamente congruente que tiene de configurar su personaje y de darle un muy alto grado de verosimilitud. Sin dudas, el que está en escena es Romeo; psicología, danza y musicalidad forman una unidad orgánica.

Matej Urban (Tebaldo), Jonah Cook (Mercutio) y Dmitrii Vyskubenko (Benvolio) se muestran como solistas muy competentes en sus respectivos papeles y saben aprovechar las oportunidades que les ofrecen esos roles. El resto de los intérpretes, y el elenco integrado por solistas, cuerpo de baile y figurantes del Ballet del Estado de Baviera. Estudiantes de la Academia de Ballet de Múnich (Escuela Superior de Música y Teatro), está a buen nivel.

La Orquesta del Estado de Baviera no derrocha precisión en su interpretación, pero la dirección de Robertas Servenikas, quien aúna competencia técnica y expresión emotiva, consigue que la versión musical alcance un nivel digno.


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