Acosta Danza

Una fiesta de cubanía

En la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba el bailarín cubano Carlos Acosta, al frente de la dirección artística de dos compañías presentó el programa “100% cubano”. Con dos estrenos, “Híbrido”, de Norge Cedeño y “Liberto”, de Raúl Reinoso el ensamble mostró su sólida formación.

Deja un comentario Por () | 31/05/2022

Con “Híbrido”, Norge Cedeño presentó una creación que se refiere a la cultura cubana y sus raíces. Foto: Yuris Norido. Gentileza AD.

Con “Híbrido”, Norge Cedeño presentó una creación que se refiere a la cultura cubana y a sus raíces. Foto: Yuris Norido. Gentileza AD.

El estelar bailarín cubano Carlos Acosta, al frente de la dirección artística de dos compañías de danza, entre sí alejadas miles de millas, Acosta Danza en La Habana y el Birmingham Ballet en Gran Bretaña, se enorgullece de renovar sus vínculos presenciales con su numeroso y entusiasta público habanero. “La pandemia del Coronavirus Sars-2 postergó nuestro rencuentro. Finalmente podemos reunirnos y vamos a celebrar la vida; agradecer a todos los que han luchado directamente con la enfermedad y homenajear a aquellos que despedimos”, concluye así sus palabras en el programa de mano virtual como presentación de esta temporada bautizada por él, 100% cubano. El título hace referencia a todos los elementos temáticos de las obras que serán representadas por un elenco totalmente nacional. La compañía realizó con este cartel una extensa gira europea, que incluyó varios teatros de Gran Bretaña y Francia, hasta su retorno a la mayor de las Antillas en abril.

Según expresó Acosta, se ha concebido estas presentaciones como una fiesta de cubanía: “aquí están nuestras fiestas y valores, nuestras dudas y nuestras crisis, nuestro espíritu de nación joven, llena de vida, que tropieza y se levanta, con muchos deseo de dar”(sic)

En esta ocasión, sobre las tablas de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, ofrecieron dos estrenos absolutos por jóvenes bailarines-coreógrafos: “Liberto”, de Raúl Reinoso -solista del conjunto desde su fundación- quien explora la necesidad de la libertad para todo ser humano mediante la figura simbólica del cimarrón, un esclavo de origen africano que se fuga de la dotación de su amo o propietario en tiempos del feroz régimen colonial español. El personaje principal es perseguido por una jauría sanguinaria -cual una cacería humana- que sirve al coreógrafo para desarrollar “sus ideas en torno al ser humano enfrentado consigo mismo, o hermanado con la naturaleza”.

El segundo estreno, “Híbrido”, de Norge Cedeño (antiguo solista de Danza Contemporánea de Cuba y fundador de su propia agrupación, “El otro lado”), ofrece una visión metafórica de “nuestra cultura” como el “gran asidero ante los conflictos”.

El propio Acosta ha profetizado, en el programa de mano digitalizado en QR (una novedad para los asistentes locales, pues deben escanearlo en el lobby del teatro), que “esta obra moverá fibras muy íntimas en las cubanas y los cubanos”.

Tres apreciadas reposiciones completaron la segunda parte del programa, tras una breve pausa. A pesar de las adaptaciones sufridas por el cambio de sede teatral, el público las aplaudió extensamente: “Paysage, soudain, la nuit” del sueco Pontus Lidberg, creada a partir de un dual soporte musical que magnifica la rumba cubana (patrimonio cultural de la nación), del consagrado maestro Leo Brouwer para Paysage, y el europeo Stefan Levin (para “la nuit”).

Le siguió el solo femenino “Impronta” de la española María Rovira, la cual logra trasladar con su vocabulario técnico “esa manera de bailar que es muy común en la mayor de las Antillas”, gracias a  Zeleide Crespo, una bailarina de ébano fuera de serie. Y para cerrar en tono enfático, al elevar los acentos climáticos y atizar las efusivas respuestas de la heterogénea audiencia, Acosta y su directora artística Yaday Ponce, eligieron el original de Alexis Fernández (Maca), con cinta collage de Kumar, Kike Wolf -a partir de La Bella Cubana, de José White- y Omar Sosa, con imágenes en video del cantante y compositor X Alfonso. Toda la compañía se entrega de lleno, para regalar algo que “es como un espejo de lo que somos”.

Los estrenos absolutos

“Liberto”, de Raúl Reinoso, explora la necesidad de la libertad mediante la figura simbólica del cimarrón. Foto: Yuris Norido. Gentileza AD.

“Liberto”, de Raúl Reinoso, explora la necesidad de la libertad mediante la figura simbólica del cimarrón. Foto: Yuris Norido. Gentileza AD.

Nos enfrentamos con “Liberto”, de Raúl Reinoso sobre música original de Pepe Gavilondo, a partir de una concepción musical de ambos, acentuada por el inteligente diseño de luces del israelita Yaron Abulaifa (dirigido mediante plataforma virtual en internet).

En síntesis, Reinoso ha transpuesto en danza contemporánea explosiva la historia de un cimarrón, es decir un esclavo de origen africano en fuga, con la explícita intención de provocar una profunda reflexión “sobre las caras del esclavismo” desde la antigüedad hasta nuestros días. En suma, a partir de una historia de amor, va más allá hasta encontrar el camino “hacia el reino utópico de la libertad total”.

Fue el mismo Acosta quien lo instigó al diseño y desarrollo de una coreografía a partir de una pequeña fábula de dos cimarrones, según comentarios de Reinoso: él está interesado en desvelar los componentes de la cultura africana “como un estilo vivo dentro del repertorio de (su) compañía, es decir, crear piezas que expongan la belleza negra” (otro ejemplo cercano está en este cartel, “Impronta”).

El cimarrón tiene una meta, la natural de todos ser humano, conseguir la libertad. Por ella, expresa el autor, es capaz de sacrificarse y, “sin no la encuentra físicamente, la halla en la imaginación, en su espiritualidad”. Sin duda, sin miedo a los esoterismos a ultranza, comunica su concepto de la libertad como tema trascendental para los seres humanos…y “cuando digo libertad me refiero más a un camino que a una meta” (sic)

Para desentrañar los simbolismos de esta dramática pieza, es necesario recurrir a dos obras paradigmáticas de la literatura cubana del siglo XX: “El Monte” de Lydia Cabrera, y “Biografía de un cimarrón”, novela testimonial del etnógrafo y poeta Miguel Barnet.

La primera fue “iluminadora” para elegir el tipo de sonoridades que debía tener el soporte musical la coreografía. En la segunda, se describen las semillas, los arroyuelos, cuevas, maderas, árboles, todo lo cual “evocó una atmósfera de sonidos y timbres que luego solicitó al compositor Gavilondo. El músico ha logrado varios éxitos componiendo para la danza, y está convencido que cada coreógrafo tiene una manera propia de entender su pieza, “con sus exigencias específicas”. Gavilondo es rotundo al revelar un requisito: que la música se integre tanto a la coreografía que una y otra parezcan la misma cosa. Así sucedió en “Liberto”, como lo fue su trabajo precedente “Satori”.

El vestuario y las luces constituyen dos de los elementos a favor de este estreno. En los diseños de Alicia Pérez se manifiesta el requerimiento de crear “una visualidad universal” (evitar el color local), bebiendo de la estética africana importada por la masa de los negros de nación convertida en mano de obra esclava, consiguiendo una imagen descontextualizada. El segundo elemento, la iluminación en manos de Abulafia, se convirtió en otro personaje después de elaborarla Internet mediante, con el objetivo de interpretar las ideas de Reinoso. De allí surgió una traducción lumínica del tema central, merced a este notable profesional en las artes escénicas, residente en los Países Bajos y colaborador regular de los grandes teatros de Europa y Australia. Abulafia es autor de un imprescindible libro, considerado el primero de este género, “The Art of Light on Stage: Lighting in Contemporary Theatre”, de 2016, “desde las perspectivas semióticas y fenomenológicas”.

El segundo título estrenado mundialmente es “Híbrido”, una creación de Norge Cedeño. El coreógrafo (asistido por miembros de su grupo) pretende mostrar un universo “donde lo real y lo irreal desdibujan sus límites para alcanzar nuestras quimeras”. Es decir, una aproximación “a las realidades e imaginarios” de los seres que habitan la nación que los vio nacer, mediante la fuerza de su cultura y su danza.

Cedeño expresa en el programa de mano el ¿por qué? “Híbrido”: Es el resultado de las necesidades de la dirección de la compañía en la búsqueda del sello de cubanía que comparte con los mercados internacionales en los que normalmente trabaja. En suma, la búsqueda de un equilibrio entre todos los elementos que le interesaba utilizar para llegar a eso que llama “cubanidad”.

Está estructurado a partir de las características que tiene el cubano en su forma de moverse, interactuar, su gestualidad, su forma de sentir la música, sus ritmos y los colores. “Ha sido un reto interesante para mí -desvela Cedeño-, fue un rescate de las formas de construcción que tengo en reposo y que al final es mucho de lo que me interesa defender. Una motivación fundamental para la dramaturgia surgió del conocido ‘mito de Sísifo’. Un sueño para viajar revisitado…porque los sueños no tienen límites”.

Los pilares fundamentales en “Híbrido”, de su equipo creativo, son dos elementos de la producción: la música y el vestuario (de originalidad elegante). Para el primero, contó con la colaboración buscada, una notable violinista dotada con talento para la composición y el compositor Randy Araujo, “el ideal híbrido”. Es decir: “logré tener en la misma obra un compositor de música electrónica-artista plástico de formación y con una compositora de música acústica”, comentó. Ambos consiguen la contemporaneidad con un lenguaje identificable, no sólo para los cubanos: la diversidad de ritmos es apabullante -a veces caótica, como lo reconoce también el coreógrafo.

Por otra parte, el vestuario de Celia Ledón (su muestra en el Kenndedy Center fue muy comentada), aporta efectismo al reto de la transformación, de las metamorfosis que se suceden en este “viaje”, como una “amplificación de la estructura dramatúrgica” de la coreografía. Algo parecido aconteció con el set escenográfico y el diseño de luces que tuvieron el crédito seguro con el mencionado Yaron Abulafia, con una estructura minimalista. Esto revela una influencia en la composición escénica del bailarín-coreógrafo contemporáneo del cine. Comentó que piensa sus piezas cinematográficamente, desde la luz y desde el cine, “desde una perspectiva audiovisual” que la traduce en un espectáculo de danza. A veces muestra guiños de imágenes presentes en Rembrandt, Dalí, Munch o Mondrian.

Primera promoción de la academia Acosta Danza

La última representación de esta temporada 100% cubano tuvo una característica inusitada. Todas las obras del repertorio, tanto los estrenos como las reposiciones fueron bailadas, en esta ocasión, por los bailarines formados en la academia de danza adjunta a la compañía, a cargo de la ex solista del Ballet Nacional de Cuba Aymara Vasallo. Por supuesto, estos bisoños intérpretes ganaron el reconocimiento del auditorio en buena lid, pues se entregaron a fondo en cada uno de los roles asignados, algunos de ellos con mayor realce que otros, en sendos géneros, al mostrar sus potencialidades para alcanzar una carrera profesional de éxito.

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