El Ballet de Camagüey, la compañía clásica cubana más importante y antigua después del Ballet Nacional, está cumpliendo sus 48 años de andadura escénica a partir del acto fundacional concebido por el eminente maestro Fernando Alonso. Su objetivo fue desarrollar en una populosa capital del oriente del país (400 km distante de La Habana), a los bisoños bailarines egresados de las academias de ballet, ora la nacional como las provinciales.
En consecuencia, su directora artística Regina Balaguer, aprovechó la ocasión del festival Habanarte -en su segunda edición-, al que fueron invitados por el Ministerio de cultura para mostrar su desarrollo y la revitalización actual de sus huestes. Y a su vez, mostrar parte del repertorio pasivo y activo en el escenario del capitalino teatro Mella, durante un fin de semana con nutrida asistencia de público.
La compañía logró superar muchos avatares y dificultades extra artísticas, propias de las circunstancias regionales por su lejanía de la capital del país, y la carencia de recursos para realizar producciones trascendentes. A ello se suma la contratación de los egresados de mayor nivel técnico, previamente acaparados por las agrupaciones de La Habana, con mayores recursos y exposición mediática.
Ahora, la ex bailarina Balaguer, directora por más de una década, ha demostrado aquí cuánto ha podido lograr para elevar el nivel técnico e interpretativo de sus nuevos ingresos en las filas del cuerpo de baile, por su pertinencia, pasión y rigor, tanto en los jóvenes y en otra hornada aún más joven.
Conformar los elencos se ha convertido en verdadero rompedero de cabeza para los directores artísticos y los regisseurs, de ésta y de las demás agrupaciones de danza del país. Cuando se logra una cierta estabilidad, comienza la deserción de bailarines con una buena formación estilística y poseedores de gran parte del repertorio activo. Algunos se trasladan para estar cerca de sus familias, otros en busca de consumar sus lógicas ambiciones como artistas del riesgo en otros espacios internacionales, y no retornan de las giras.
También ocurre el caso más reciente, la fundación por el excelso bailarín Carlos Acosta de su propia compañía en Cuba, con jugosos salarios y posibilidades de salidas, una variedad de importantes plazas internacionales para la exhibición mediática. La audición abierta a todos los bailarines con formación clásica y contemporánea realizada semanas atrás demostró que era imposible retenerlos. Los 25 finalistas de ambos sexos, en su mayoría provenientes del BNC, de Danza contemporánea de Cuba o del Ballet de Camagüey, pasarán por otra prueba definitoria de la que, finalmente, Acosta elegirá los doce miembros de su futura compañía.
En escena
En general, los públicos habaneros disfrutaron y aplaudieron las enérgicas y apasionadas entregas de las seis piezas alternantes en las únicas tres funciones, programadas con el objetivo de mostrar la variedad de su registro estilístico. Algunas de ellas integraron el repertorio activo del Ballet de Camagüey hace más de dos décadas, tales como “Nisi Dominus”, del desaparecido discípulo de Béjart, Jorge Lefebre, y “Vivaldiana” del coreógrafo residente José A. Chávez, quien festeja los 45 años de vida artística. Ambas en canon neoclásico. Imperfecciones aparte, los solistas y corifeos fueron loables en su desempeño.
Otras obras no tan lejanas en el tiempo de estreno resultaron atractivas, y contaron con notables interpretaciones, como el dúo “Peregrinos” del coreógrafo cubano residente en Alemania Gonzalo Galguera, quien aceptó dirigir igualmente, en Cali, una importante agrupación colombiana. Esta obra fue galardonada en 1998 con el Premio Iberoamericano de coreografía Alicia Alonso. Sus intérpretes en esta ocasión, los primeros bailarines Laura Rodríguez y Yanny García, mostraron gran pericia técnica y lucimiento interpretativo.
También fue exhibida “Avalancha”, del ex bailarín del conjunto Osvaldo Beiro, estrenada en 1997, que se apoya en una efectista producción para la conclusión de su dramaturgia.
La compañía camagüeyana nos mostró la última obra incorporada al repertorio activo, “Desde el centro”, del talentoso joven coreógrafo invitado Jorge Abril, con varios lauros en su haber durante su corta carrera con Danza Contemporánea de Cuba. Concebida especialmente para el Ballet de Camagüey en 2014.
En poco más de 45 minutos, Abril utiliza a todos los efectivos danzantes en una pieza de corte posmoderna, con una concepción algo críptica que debilita la claridad de la dramaturgia. No obstante la intensidad de las dinámicas en los movimientos, ajustados al complicado diseño escenográfico y de luces, así como a la variedad de músicas en la banda sonora y la carga de simbolismos en la gestualidad y los figurines. Vimos subir a la escena en la apertura del telón a bailarines convertidos en probables albañiles cubiertos de un polvo de yeso.
Al concluir la casi ”alucinógena” puesta en escena, el público respondió con largos y ruidosos aplausos de aprobación. La crítica especializada no quedó tan convencida.