Fall for Dance

Para todos los gustos

En el City Center de Nueva York se presentaron en este nuevo ciclo una diversidad de compañías y propuestas con precios al alcance de todos. Entre ellas, el San Francisco Ballet, Mark Morris Dance Group, Alvin Ailey American Dance Company, y otros grupos de diferentes países.

Deja un comentario Por | 13/10/2014

La compañía Mark Morris Dance Group presentó "Word" en el Fall for Dance. Foto: Ani Collier. Gentileza MMDG.

La compañía Mark Morris Dance Group presentó “Word” en el Fall for Dance. Foto: Ani Collier. Gentileza MMDG.

Como cada año, el festival de dos semanas “Fall for Dance”, en el City Center de Nueva York, siempre ofrece programas diversos con artistas de compañías distintas.

En una de las primeras funciones se presentaron cuatro compañías internacionales de danza. El acompañamiento fue electrónico, a excepción de uno. Dio comienzo con el grupo conocido como “Black Grace”, que es dirigido por Neil Ieremia. Este conjunto presentó dos números, “Minoi” y “Patti”, de los cuales el segundo, era una premier en esta ciudad. En “Minoi”, los seis hombres presentes, mezclan danzas originales de Samoa, que con ellas se introducen en el mundo occidental. Y en la segunda, se les unen cuatro bailarinas, que como el título del ballet indica, se golpean las manos al compás de la música; no hay duda que sea interesante. Ambas obras llevan coreografías originales del director del conjunto, Neil Ieremia.

El San Francisco Ballet estuvo representado por dos parejas, Sofiane Sylve acompañada por Luke Ingham, y Vanessa Zahorian con Carlos Quenedit, interpretando una moderna coreografía de Hans van Manen, sobre música de Benjamin Britten.

Las entradas y salidas de cada pareja, independientemente, le dieron movilidad al trabajo, y los bailarines demostraron su magnífica capacidad, en bailes muy agradables y novedosos.

Después del intermedio, subió a escena la pieza titulada “Two + Two” que debe la coreografía a Russell Maliphant. Dos solitarias intérpretes, Fang-Yi Sheu y Yuan Yuan Tan, no pudieron salvar el baile, muy aburrido y largo, que no decía nada.

No obstante, la perla de la noche estuvo a cargo de los miembros del Mark Morris Dance Group, que presentó en estreno una obra coreográfica de Morris  titulada “Words”, que le dio luz a la escena, como si hubiera sido iluminada por un rayo de sol y de alegría. Algunos de sus simpáticos momentos estuvieron acompañados por piezas de Mendelssohn, interpretadas bellamente por Georgy Valtchev al violín, y Colin Flower al piano.

Contrario al título, allí no hubo palabras sino magníficas danzas, donde algunos de los intérpretes simplemente caminaron al irse de la escena. Para indicar las entradas y salidas, dos bailarinas pasaban de lado a lado del escenario con una cortina. Había igualmente parejas, y los diez bailarines y cuatro bailarinas que lo interpretaron, rindieron una magnífica labor de las danzas coreografiadas por su director, el impredecible Morris.

Diversidad y cambios

Dos días después, volvió  a subir a la escena del teatro un programa formado también por cuatro piezas nuevas para el público que abarrotaba el teatro. Los bajos precios que el festival le da a los programas cada año, iguales para todos los pisos del teatro, hace posible introducir la danza en todos sus estilos, a jóvenes (así como a los de mayor edad) que nunca antes han tenido la oportunidad de conocer este arte, o al menos, que no ha tenido la posibilidad de ver esta enorme diversidad de compañías con estilos tan diferentes.

La función mencionada, dio comienzo con un trabajo de  Lucinda Childs en la que aparecían ocho bailarines de ambos sexos, ataviados todos en negro, con acompañamiento de sonidos que daban lugar a bailes tan repetitivos como la coreografía. Tanto el acompañamiento como los cantos y ruidos que las acompañaban, no lograron impresionar.

La presencia del “Semperoper Ballet de Dresden”, actualmente dirigido por Aaron S. Watkin, sirvió para mostrarle al público lo que es el ballet clásico en su más perfecta exposición, por las bellas imágenes que cada una de las seis parejas presentes, individualmente proyectaron.

"Minus 16", de Ohad Naharin por el Alvin Ailey American Dance Theater en Fall for Dance. Foto: Paul Kolnik. Gentileza AAADT.

“Minus 16″, de Ohad Naharin por el Alvin Ailey American Dance Theater en Fall for Dance. Foto: Paul Kolnik. Gentileza AAADT.

La coreografía de William Forsythe, autor de los trabajos que aparecieron en el ballet titulado “Neue Suite”, contiene fractura de pasos, que son como la marca personal del coreógrafo y no podían faltar en esta pieza, los cuales se vieron en algunos de los Pas de Deux interpretados esa noche. Las bailarinas tenían piernas largas y bien colocadas para el ballet. Sus “arabesques penchés” desarrollados con perfección, y la altura de los saltos, así como los “entrechats” de los hombres, muy bien logrados.

El trabajo que continuó el programa, “Apis”, en su premier mundial, fue un divertido encanto, por los muchos motivos, tanto espectaculares como cómicos. La iluminación se merece muchos aplausos, por la pericia de Wilton Taylor que podía hacer que los dos bailarines intérpretes, Sebastián Ramírez y Honji Wang (ambos son los coreógrafos), en los primeros momentos, parecía como si Ramírez soñara en tocar a la graciosa bailarina, y esta a su vez tratara de tocarlo a él. Una vez logrado el contacto, aparecieron momentos de comicidad de Wang, y otros de bravura por parte de Ramírez, que es un magnífico bailarín.

Para terminar la noche, el Alvin Ailey American Dance Theatre que dirige Robert Battle, trajo a la escena la obra titulada “Minus 16”, original de Ohad Naharin, que usa música de varios compositores, y fue dedicada a Mari Kajiwara, quien fuera esposa de Naharin y miembro de la compañía por 14 años. Kajiwara murió en 2001.

Un nutrido grupo de bailarines de la compañía, de ambos sexos –dieciséis entre ellos– muy brillantemente, cerraron el programa.

Con las luces del teatro a medio encender y la cortina aún cerrada, apareció delante de ella un bailarín, que con el sonido de música que tocaba ritmos latinos, comenzó poco a poco a moverse cómicamente al compás de lo que sonaba.

Después, fueron apareciendo en la escena, uno a uno, dieciséis bailarines más, vistiendo todos traje formal de calle, negro, con camisas blancas abiertas al cuello y fedoras oscuras. Ya en la escena, sentados en pequeños taburetes blancos, comienzan a abrirse las camisas y a quitarse cada pieza de ropa que visten, girando acto seguido, mientras al final de cada vuelta, arrojan una pieza de ropa al suelo y el bailarín que está sentado en el último lugar del círculo, se tira al suelo, terminando todos en paños menores.

¿Qué significa aquel desbarajuste? ¿Rebelarse ante las opresiones que en muy distintas formas sufren algunas sociedades o religiones? ¿Y por qué aquel hombre se tiraba al suelo en cada vuelta? ¿Es que se sentía derrotado, vencido? Esas parecían las causas que el coreógrafo quería indicar.

Después de tan diferentes insinuaciones, la escena se puso en movimiento, con los hombres vestidos como al principio y algunos bailarines bajaron al público y escogieron a unas cuantas damas para bailar seriamente, movida música de ritmos alegres, mientras el público, puesto de pie, aplaudía ruidosamente. Los aplausos y los gritos de aprobación no cesaban, por lo que los bailarines tuvieron que complacer la insistencia.

Un final muy exitoso, que próximamente volverá a repetirse en el mismo teatro, durante la temporada que el Alvin Ailey American Dance Theatre anuncia para el próximo mes de diciembre que ya se aproxima.

 

 

 

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