“The Vertiginous Thrill of Exactitude” de William Forsythe fue lo primero que irrumpió en el escenario del Opera House del Kennedy Center de Washington DC el martes 28 de enero cuando The National Ballet of Canada hizo su debut en esta temporada. Pero un segundo Forsythe siguió a esta obra cuya exactitud, como lo dice su título no deja de ser “vertiginosa” y atractiva. “Approximate Sonata 2016″ puso nuevamente la impronta indiscutible del coreógrafo estadounidense radicado en Alemania desde hace casi 50 años: belleza, armonía, estructura.
Esta obra, que intercala efectos audiovisuales y se interna en la música electroacústica con absoluta profundidad, muestra un grupo de bailarines convertidos en instrumentos de una partitura que se integra en una propuesta conceptual en la que cada elemento tiene una razón de ser.
En la segunda parte, un “casi” clásico de Jiří Kylián, “Petite Mort”. Una obra de fina construcción, filosófica y reflexiva, en la que esa pequeña muerte en el momento del sexo se convierte en una mirada sobre la condición y la belleza humana. Creada en 1991, para el Festival de Salzburgo con motivo del segundo centenario de la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart, la pieza coquetea con el humor incorporando vestidos de miriñaque negros detrás de los cuales los bailarines juegan y se desplazan como en una “subtrama” de una historia paralela.
Para el final, “Piano Concerto # 1″ de Alexei Ratmansky. La última parte de una trilogía creada por Ratmansky en homenaje a Dmitri Shostakovich, que se impone como una metáfora sutil a las prohibiciones a la Avant-garde perpetradas en la época stalinista.
De hecho, en el diseño de escenografía, Ratmansky incorpora símbolos soviéticos pendiendo del techo, mientras los bailarines, con impecable precisión y técnica van desplegando estados emocionales controvertidos.
Con este caleidoscopio de obras contemporáneas abstractas e intensas, The National Ballet of Canada se planta en la escena como una compañía de sólida técnica y grandes bailarines.
Un cuento de hadas
“La bella durmiente” fue el segundo programa que trajo a Washington la compañía dirigida por Karen Kain. Este ballet, versión de Rudolf Nureyev sobre la original de Marius Petipa con puesta en escena de Kain, está ambientado en una corte que, perfectamente podría asociarse con la Francia de los Luises. Nureyev creó esta versión en 1966 para La Scala de Milán, y en 1972 tuvo su estreno con The National Ballet of Canada.
Una escenografía lujosa y vestuario, también lujoso, creados por Nicholas Georgiadis, caracterizan a esta puesta con desafíos coreográficos importantes tanto para los protagonistas como para el cuerpo de baile y solistas. En esta “Bella durmiente” el diseñador recurre a incontables plumas, oropeles, miriñaques, zapatos con taco y hebilla, pedrería y pelucas pomposas para dibujar, con sutil ironía, una corte opulenta y diferente a las que habitualmente se describen en este clásico.
Pero más allá de la puesta y el diseño esta Bella y su séquito adquieren también características diferentes. La protagonista se aleja en parte de esa personalidad inocente y etérea que caracteriza a la princesa Aurora en este ballet y adquiere perfiles distintos en cuanto a su personalidad y actitud. Si bien la trama no escapa al clásico.
Radiante y segura de su rol, Heather Ogden hace una atractiva interpretación de Aurora. Con una línea clara, buenos equilibrios y musicalidad, la bailarina osciló entre los pas de deux y las escenas de conjunto con absoluta naturalidad.
Harrison James, como el Príncipe Florimund, fue un excelente partenaire y un bailarín sólido en sus variaciones, con buenos saltos y giros precisos. Ambos hicieron una interesante y atractiva dupla. Emma Hawes, en el rol del hada principal, mostró su solvencia y precisión técnica, y a su vez logró el tempo justo para la sexta variación del prólogo del Acto I.
El hada Lila, interpretada por Tanya Howard, adquirió un perfil más enigmático, casi como el demiurgo que entrelaza todos los hilos. Y para el final, en las bodas de Aurora con el príncipe, la compañía encuentra el lenguaje y los bailarines justos para un final de fiesta a toda pompa.