Compañía Nacional de Danza

Subidos a las puntas

Veintitrés años transcurrieron desde que la compañía bailó clásico por última vez. Con José Carlos Martínez en la dirección, la formación retorna la antigua tendencia, tal y como lo demostró en una gala especial en la que participó como invitada Lucía Lacarra.

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La reina Sofía saluda a Lucía Lacarra y al resto del elenco de la CND tras la gala de presentación de la sección clásica de la formación dirigida por José Carlos Martínez. Foto: Javier del Real/ Teatro Real

La inclusión del ballet clásico fue una de las líneas maestras del plan original por el que José Carlos Martínez, ex Bailarín Estrella de la Ópera de París, apostó a la hora de su elección para la dirección de la Compañía Nacional de Danza (CND) en diciembre de 2010. Tras una primera temporada al frente de la formación con tímidos conatos de vuelta hacia el lenguaje clásico –al menos en señas formales como el retorno a las zapatillas de punta en “Artifact II”, por ejemplo-, finalmente, en la presente sesión, el director decidió la entrada del ballet por la puerta grande. Con esta intención, nació una gala extraordinaria que tuvo lugar en el Teatro Real, cuyo aforo ronda las 1800 localidades y que colgó el cartel de “no hay entradas”.

El director artístico ofreció una visión caleidoscópica del lenguaje académico: desde el clásico por excelencia hasta el neoclásico, homenajeando las diferentes etapas de la compañía fundada en 1979 con el nombre de Ballet Nacional de España Clásico. Como invitados de excepción, Lucía Lacarra y Marlon Dino, Bailarines Principales del Ballet de la Ópera de Munich, pusieron la guinda al grandísimo esfuerzo de Martínez por avanzar hacia el clásico. La gala estuvo presidida por la reina Sofía, quien, al término de la misma, acudió al escenario para felicitar personalmente a todos los participantes.

De la barra al escenario. Así comenzó la velada con “Tres preludios” (1969) de Ben Stevenson, un paso a dos de una pareja de bailarines que intima frente a una barra de ballet. De corte intimista, la obra contó con Seh Yun Kim y Toby William Mallit en la parte de danza, mientras la pianista Rosa Torres-Pardo interpretó la partitura de Rachmaninov. En contraposición a la densa atmósfera de estudio, la coreografía de Tony Fabre,  ex director de la CND 2, “Holberg suite” (2000) mostró mayor frescura, dinamismo y energía, en una pieza a caballo entre el neoclásico y el contemporáneo, en la que se sintió a los componentes de la CND muy cómodos.

Y llegó el momento estelar de Lucía Lacarra. La bailarina vasca escogió el paso a dos del “Cisne Blanco” (1895) para su primera intervención en la velada. Junto a su partenaire y marido, Marlon Dino, la intérprete vasca se transmutó completamente en un ánade. Lacarra flotó por el escenario gracias a su capacidad etérea, sus brazos de convirtieron en delicadas alas y sus arabesques fueron seguros y firmes.

La artista guipuzcoana ejecutó con serenidad, precisión y limpieza cada paso del inmortal clásico y provocó una íntima emoción en un patio de butacas al completo. Ballet en estado puro, quintaesencia de la danza y sentimientos a flor de piel. Cuatro calurosos minutos de aplausos premiaron la labor de la guipuzcoana en el icono del ballet de Petipa-Ivanov, esta vez, en la versión de Ray Barra. Para concluir la primera parte, José Carlos Martínez se decantó por una obra del extenso repertorio de George Balanchine: “Who cares?” (1970), un neoclásico con un toque de jazz, ofrecido en versión concierto. Seh Yun Kim, Noëllie Conjeaud, Yae Gee Park y Moisés Martín Cintas interpretaron la obra que requirió un punto más descaro en su ejecución. No es una cuestión de técnica, sino de la pizca de sal necesaria para que el estilo luzca de forma adecuada.

“Sonatas” (2012), con coreografía de Martínez, ocupó la segunda parte de la velada. La obra es un divertimento sin mayores pretensiones coreográficas que reunir al elenco al completo de la CND clásica e intentar que cada uno aporte su mejor cualidad. Además, participaron de forma especial los invitados, Lacarra y Dino, así como la pianista Torres-Pardo.

El apoteósico final con todo el elenco en escena sirvió de broche de oro para un espectáculo de dos horas de duración, en el que se percibió de forma más nítida las intenciones de un prudente José Carlos Martínez a la hora de pilotar el barco de la CND en su rumbo hacia la versatilidad de estilos. Savia nueva, juventud en sus filas pero, también, necesidad de tiempo y voto de confianza para dirigir el timón de la formación en este viraje existencial. Cinco minutos de aplausos rubricaron la apuesta. Y sin duda, la participación de Lucía Lacarra fue un lujo sin parangón en la noche en la que la CND volvió a bailar clásico.

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