Ballet Nacional de Cuba

Una nueva era con retos y optimismo

La primera temporada post-Alicia Alonso, ahora con la primera bailarina Viegnsay Valdés con la responsabilidad plena como directora artística abrió con funciones en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana. En sucesivos fines de semana, presentaron dos estrenos y tres reposiciones.

Deja un comentario Por () | 01/12/2019

Yansiel Pujadas y solistas del BNC interpretaron “Poema del Fuego”, de Alberto Méndez, estrenado en 1983 por Jorge Esquivel. Fotos cortesía BNC.

Yansiel Pujadas y solistas del BNC interpretaron “Poema del Fuego”, de Alberto Méndez, estrenado en 1983 por Jorge Esquivel. Fotos cortesía BNC.

El baluarte cubano de la danza académica, el Ballet Nacional de Cuba, nos entrega la primera temporada post-Alicia Alonso –la sempiterna prima ballerina assoluta y cofundadora–, ahora con la primera bailarina Viegnsay Valdés con la responsabilidad plena como directora artística (no obstante, en los programas de mano aparece aún con el prefijo “sub”), en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana que lleva el nombre de la eximia Alonso, recientemente despedida físicamente con todos los honores populares y oficiales.

En dos atractivos y optimistas programas, el BNC nos permitió valorar una acertada elección de títulos, ora por su variedad de estilos ora por sus novedades creativas. En sucesivos fines de semana, presentaron dos estrenos y tres reposiciones, debidos a destacados coreógrafos con evidentes valores ideo-estéticos, pero de generaciones y culturas disímiles. Algo que considero de suma importancia para el enriquecimiento formativo profesional de un cuerpo de baile -en el presente- mayoritariamente integrado por jóvenes que apenas superan la veintena.

Entre las reposiciones pudimos disfrutar la exhumación de una admirada pieza del coreógrafo cubano Alberto Méndez, actual asistente de la dirección artística-, como es el caso de “Poema del Fuego” inspirada por la música homónima de Alexander Scriabin. Este ballet en un acto fue estrenado en 1983, y en el rol principal figuraba el estelar bailarín Jorge Esquivel. Después de su defección de la compañía, nunca más se repuso esta obra. Actualmente, la obra se reciente por la carencia de un bailarín que supere tal referencia, con la alternancia de dos bailarines del cuerpo de baile con biotipos distintos asumieron con fuste y sólida técnica al dios mitológico del fuego, empero sin la madurez interpretativa requerida. Ciertamente, algunos ballets centrados e inspirados por un bailarín o bailarina “fuera de serie”, es mejor dejarlos dormir hasta que aparezca ese ser irrepetible (recordemos aquellos creados para Nijinsky, y los guiños al “Apolo” de George Balanchine)

Luego, retornó “Celeste” (2014), de la coreógrafa colombo-belga Annabelle López-Ochoa, ballet neoclásico coral inspirado por el Concierto para violín y orquesta en Re mayor de P. I. Tchaikovsky, para tres parejas solistas y reducido cuerpo de baile, donde el vestuario y el diseño de luces nos transporta a un mundo azul celeste. Esta creación para la compañía fue posible gracias al apoyo del British Friends of BNC.

Del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante se presentó “Love, Fear, Loss”, ballet de estilo neoclásico ejecutado al piano por Marcos Madrigal. Fotos cortesía BNC.

Del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante se presentó “Love, Fear, Loss”, ballet de estilo neoclásico ejecutado al piano por Marcos Madrigal. Fotos cortesía BNC.

Para la semana siguiente, acometieron la valiente tarea de reponer uno de los emblemáticos títulos de danza académica en el repertorio activo, con el rigor estilístico que requiere esta joya del ballet del siglo XX, precursor de la modernidad, “Las sílfides” (1907) –también conocido como “Chopiniana”- en un montaje de Alicia Alonso según la versión original de Mikhail Fokine (como ella misma ha revelado, trabajó en el ABT con el autor en 1942, poco antes de su muerte). El propio Fokine emprendió cambios para una reposición de 1908 (entonces fue rebautizado en francés como “Réverie Romantique”, siempre con música de Chopin), para convertirlo en un ballet sin argumento, pero cargado de símbolos y “con un estilo de profundo lirismo, alejado de todo amaneramiento…”.

La orquesta sinfónica del GTHAA estuvo en el foso bajo la dirección del maestro Giovanni Duarte con un soporte musical ajustado a las circunstancias. El poeta fue encarnado con sobriedad y justeza por el primer bailarín Rafael Quenedit, con una Anette Delgado estilísticamente modélica, arropados por una sobrevalorada ejecución del cuerpo de baile femenino. En no pocos momentos provocó el aplauso merecido de la audiencia.

Dos coreografías por autores foráneos recibieron sendos estrenos por el BNC, y fueron bailados en dos fines de semanas por elencos alternantes. Estas piezas, de disímiles culturas y escuelas de ballet, contribuyeron a elevar la temperatura en el entusiasmo del numeroso público que colmó a tope el hermoso coliseo de la capital (en su medio milenio de fundación). En lo fundamental se debió a la entrega artística de los elencos debutantes: ambas eran demandantes de talentos interpretativos que fueran más allá de las demostraciones del virtuosismo técnico. Estas novedades los obligaba a salir de su zona de confort.

Para abrir la segunda parte del programa, vino Love, Fear, Loss (2012), del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante (responsable igualmente del vestuario y las luces). Es un ballet para tres parejas, de estilo neoclásico e inspirado en la vida de la gran cantante francesa Edith Piaf (1915-1963), así como en sus “antológicas interpretaciones de tres obras que, de alguna manera, son fiel reflejo de su trágica vida amorosa”. Esta pieza (deudora de otros referentes creados por Jerome Robbins), tuvo su premier en 2012 por el Ballet Real de Flandes, en Amberes, y por cuya creación recibió el premio de la Asociación Francesa de la Danza. Su estreno cubano tuvo un IVA en el soporte musical, pues contó con la privilegiada ejecución al piano en escena de Marcos Madrigal considerado uno de los más talentosos músicos cubanos de su generación del siglo XXI, residente en Italia actualmente. Ejecutó con pasión y rigor las transcripciones para piano realizadas por Natalia Chepurenko, que incluye temas de Jacques Brel, Charles Dumont y de la propia Piaf. Hubo distinguidas interpetaciones, como las de Chanell Cabrera y Sadaise Arencibia, pero la más descollante interpretativa y técnicamente fue la pareja formada por Claudia García y Adrián Sánchez (el auditorio los gratificó en pie).

Para el cierre, llegó el plato fuerte de la noche: el celebrado ballet “Concerto DSCH”, del coreógrafo ruso-norteamericano Alexei Ratmanski, que fuera creado originalmente para el New York City Ballet en 2008, inspirado en el Concierto para piano, No.2 en F mayor, Opus 102, del afamado compositor ruso Dimitri Shostakovich. Dado el éxito conseguido por esta obra, ya ha ingresado en los repertorios de otras grandes compañías: Ballet del Teatro alla Scala de Milán, en 2012, y el Ballet del Teatro Mariinski de San Petersburgo, en 2013.

La entrada de esta obra, en 2019, en el vasto repertorio del BNC resulta un acontecimiento significativo, entre otras cosas, porque es el primero bajo la dirección artística de Viengsay Valdés (que baila en él, como solista), así como primero después de la desaparición física de Alicia Alonso.

En segundo lugar, porque constituye un reto para los noveles bailarines de la compañía, ya que se enfrentan al estilo muy particular de Ratmaski; por sus atrevidas audacias dentro del neoclasicismo balanchiniano, donde lo abstracto se funde con “sutilezas y sugerencias” narrativas, donde transpira el optimismo y la euforia al bailar.

Si la construcción de sus bailes son totalmente diferentes, los aficionados al ballet podrían hallar claras referencias con “Concerto” (1966) del inglés Kenneth MacMillan (particularmente en el movimiento lento), así como derivaciones de otro maestro predecesor, George Balanchine, en su canónico “Ballet Imperial”, de 1941, actualmente conocido como “Tchaikovsky Piano Concerto No.2”, al utilizar a dos primeras bailarinas y tres solistas masculinos, quienes bailan todos en sucesivos episodios del primer movimiento. Ratmanski aprehende recursos de sus precursores, empero en tanto que un maestro, los recrea con libertad y frescura.

Es evidente que domina las formas puras del ballet académico, mas también nos muestra fuertes elementos de lo que popularmente calificamos como danza de carácter o démi carácter. Además, no abandona importantes aspectos de la caracterización en las interpretaciones dramáticas.

El final de “Concerto DSCH” se convierte en un despliegue abrumador de círculos por separado y de giros como un tornado por parte de la bailarina principal, a la vez mezclados con espectaculares saltos. No obstante, es necesario señalar que los bailarines del cuerpo de baile no son grupos de mero apoyo o reflejos multiplicados de los solistas: ellos se manifiestan como sus “partners”. Fue una participación esencial como ensayador del destacado bailarín español Joaquín de Luz, que formó parte del elenco original de esta obra como miembro del NYCBallet, y en el presente es director artístico de la Compañía Nacional de Danza de España.

El desempeño del elenco cubano estuvo a gran altura, por su brillantez y el poderío técnico, particularmente las primeras bailarinas Anette Delgado, Gretel Morejón y Viengsay Valdés, el primer bailarín Dani Hernández, así como los solistas: Diego Tápanes, Narciso Medina o Chanell Cabrera, con apoyo eficiente del cuerpo de baile mixto.

Para esta producción el BNC obtuvo el generoso patrocinio de la Cuban Artists Fund y de la American Girls for Cuban Dance, con sede en los estados Unidos.

“Concerto DSCH”, del coreógrafo Alexei Ratmanski, tuvo como solistas femeninas a Anette Delgado, Gretel Morejón y Viengsay Valdés. Fotos cortesía BNC.

“Concerto DSCH”, del coreógrafo Alexei Ratmanski, tuvo como solistas femeninas a Anette Delgado, Gretel Morejón y Viengsay Valdés. Fotos cortesía BNC.

 

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