Festival Internacional de Teatro

Diez días sin descanso

El 29 de octubre concluyó el encuentro cuya edición de 2017 convocó creadores de unas doce naciones y más de 30 agrupaciones locales. Danza, teatro, intervenciones en espacios no convencionales, teatro documental y lecturas dramatizadas formaron parte de esta muestra.

Deja un comentario Por () | 08/11/2017

Danza Contemporánea de República Dominicana presentó “Defilló”, de Marianela Boan, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba. Foto: Caroline Becker. Gentileza MB

Danza Contemporánea de República Dominicana presentó “Defilló”, de Marianela Boan, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba. Foto: Caroline Becker. Gentileza MB

El 29 de octubre concluyó el XVII Festival internacional de teatro de La Habana, cuya edición de 2017 estuvo signada por un voluminoso catálogo que revelaba los muy diversos modos expresivos de las manifestaciones escénicas aquí representadas: danza, teatro dramático, intervenciones en espacios no convencionales, teatro documental, lecturas dramatizadas, así como propuestas apegadas a las convenciones  aristotélicas tradicionales. Cada una de ellas nos provocaron innumerables reflexiones polisémicas, a partir de las “inmanencias” de sus contextos sociales o políticos, si tenemos en cuenta el slogan escogido para esta ocasión: teatro, sociedad y resistencia.

Durante diez días y noches (con perturbadoras lluvias intermitentes), el público aficionado leal asistió consistentemente a más de una quincena de espacios escénicos de la capital cubana, con la finalidad prioritaria de “dialogar”  a partir de los espectáculos producidos por destacados creadores de unas doce naciones del planeta y más de 30 agrupaciones locales. En su mayoría, referentes en importantes circuitos del mundo: Alemania, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Francia, Grecia, México, República Dominicana o Uruguay. Todo ello, siempre con las limitaciones económicas reflejadas en la sobria selección internacional. A pesar del fuerte auspicio del Consejo Nacional de las Artes Escénicas del Ministerio cubano de cultura, el patrocinio de varias entidades locales y extranjeras afincadas en la isla, los grupos foráneos han gestionado los fondos necesarios para “estar y compartir” con sus colegas en La Habana.

Las obras

Danza aérea en “Defilló”, obra que rinde homenaje al pintor dominicano, Fernando Peña Defilló. Foto: Caroline Becker. Gentileza MB.

Danza aérea en “Defilló”, obra que rinde homenaje al pintor dominicano, Fernando Peña Defilló. Foto: Caroline Becker. Gentileza MB.

Esta edición del festival teatral habanero ha privilegiado a la danza para su gala inaugural en la Sala García Lorca del Gran Teatro Alicia Alonso, al elegir a la compañía Danza Abierta con su laureada pieza “Welcome”, creada en 2016 por su directora y coreógrafa Susana Pous. En solo 60 minutos los siete afiatados y sensuales cuerpos que la interpretan, logran comunicar intensamente “el abrazo, la bienvenida y la partida, en una isla sin límites, como el de las almas que la ocupan”. Contó con dos bazas más a su favor: la deslumbrante música original del pianista cubano Aldo López-Gavilán y el efectista diseño “instalativo” móvil de la joven artista plástica Mabel Poblet.

Un acierto de los productores de la muestra internacional, resultó la elección de dos presentaciones únicas para clausurar el macro evento de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea de República Dominicana, fundada en 2010 por la iconoclasta y retadora coreógrafa cubana Marianela Boán (ex primera figura de Danza Contemporánea de Cuba). Boán define su agrupación de tres parejas, en el programa de mano, como una sólida formación enfocada “en la tensión entre las nuevas tendencias de la danza mundial y la “dominicanidad” en el más amplio sentido de la palabra”.

La coreógrafa retorna al escenario de sus antiguos éxitos –hace más de dos décadas– de la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba con su más reciente creación, “Defilló”, como tributo a este inmenso artista de las artes visuales de esta isla caribeña. En poco más de una hora, Boán logra penetrar, con su hermosa y pertinente dinámica coreográfica, el mundo “místico y ontológico” de la obra pictórica del más notable pintor dominicano, Fernando Peña Defilló, premio nacional de artes plásticas de su país.

Defilló falleció el pasado año con 90 años, y prácticamente activo hasta sus últimos días. Era un humanista de vastos conocimientos y profundas inquietudes sociales e intelectuales; de formación académica que navegó en su creación pictórica entre la figuración y la abstracción (en su larga estancia europea, del 1951 al 1963, se integró al informalismo español), también viajó por África y residió un par de años en París, hasta que retornó a su país natal donde residió pintando los últimos 25 años de su partida definitiva. La obra de este excepcional creador puede ser apreciada en el museo que lleva su nombre (por iniciativa del propio maestro y su familia), situado en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, considerada como el inmenso legado de 65 años de labor creativa.

La escritura coreográfica desplegada en esta obra, con el magnífico soporte musical debido al destacado compositor belga Wim Mertens –con la intervención incidental de un tema cubano interpretado por el virtuoso pianista cubano Chucho Valdés–, nos introdujo en el vórtice de una personalidad artística de exquisita sensibilidad poética, donde la naturaleza y la condición humana son protagonistas de sus obras.

Si bien algunos recursos escénicos necesarios para la realización plena de la puesta en escena (un gran linóleo blanco, que permitiera disfrutar de las metamorfosis dinámicas de los cuerpos danzante), otros efectos dejaron ver la impronta de una creatividad original y vital, tal como el empleo de un mantel como pantalla sobre la que visualizamos pinturas del artista Defilló. Pinturas que luego se convertirían en cuerpos danzantes vestidos con su habitual paleta de brillantes colores primarios; la secuencia de las naranjas, o la sorprendente danza aérea ejecutada por una espléndida pareja de solistas, la cual nos condujo a un final inesperado detonante de las meritorias ovaciones.

En la gala inaugural la compañía Danza Abierta llevó su laureada pieza “Welcome”, creada en 2016 por su directora y coreógrafa Susana Pous. Foto gentileza Danza Abierta de Cuba.

En la gala inaugural la compañía Danza Abierta llevó “Welcome”, creada en 2016 por su directora y coreógrafa Susana Pous. Foto: Archivo Danzahoy. Gentileza Danza Abierta de Cuba.

Otras propuestas

La danza se mantuvo invadiendo los espacios escénicos de la ciudad capital, y de otras subsedes provinciales. Proveniente de la lejana y fría Noruega, nos visitó por tercera vez una notable compañía fundada en 1998 por Jo Stromgrem, bailarín de formación clásica que sufrió una lesión que le impidió seguir su carrera, y sin amilanarse por ello encontró otra vía en la experimentación, donde entrecruza la danza con el teatro, la música en vivo y los lenguajes inventados. Todo lo cual apreciamos y aplaudimos en su pieza “There”, con una superlativa entrega por cuatro intérpretes con una sólida formación integral.

De Francia vinieron dos propuestas disímiles en cuanto a discursos artísticos y tendencias. Primero, pudo verse el unipersonal del coreógrafo –bailarín (sui generis) de origen tunecino Radhouane El Meddeb, bautizado con el título “Bajo sus pies el paraíso”, que evoca entre telones la gestualidad de alguien que viste una burka, el cual luego ingresa en un ritual de experimentación corporal. Durante 50 minutos, se entrega en la búsqueda de la femineidad al perseguir la fuente del sentimiento materno. Los espectadores asistían “a un nuevo nacimiento”, a una experiencia de desnudez total, “ritualizada en el delirio de la celebración y en el frenesí”.

Experimentación y tendencias

El Ballet Nacional de Cuba repuso "Carmen", versión revisada de la pieza de Alberto Alonso. Foto: Nancy Reyes. Archivo Danzahoy.

El Ballet Nacional de Cuba repuso “Carmen”, versión revisada de la pieza de Alberto Alonso. Foto: Nancy Reyes. Archivo Danzahoy.

En el Teatro Mella, otro francés, Philippe Quesne, se instaló con su Vivarium Studio para presentarnos la pieza de teatro-danza “El efecto Serge”, creada en 2007 para su actor fetiche Gaetan Vourc´h. Todo el tiempo, está “en una sala de su casa” en la que seis amigos lo visitan, y asisten a una “performance” de tres minutos: procedimiento teatral a medio camino entre “lo amateur” y “el minimalistmo”. Un ritual con humor delirante, en el cual Quesne renueva las convenciones  y lo convierte  en un espectáculo inclasificable.

Igualmente de Francia, se presentó el coreógrafo Christophe Haleb con la compañía La Zouze con la obra “Entropic”, en el Laboratorio Habana Off. En tanto que coreógrafo experimental, Haleb busca una danza que no posea como meta final el virtuosismo físico, sino lo cotidiano.

Para crear la coreografía, explica Haleb, usamos herramientas de la danza contemporánea para trabajar la presencia, el movimiento desde expresiones del hip hop, skaters… Los danzantes han ido mostrando, entendiendo su gesto, la intimidad, su mundo propio, apuntó.

La muestra cubana de danza tuvo como representantes a algunas de sus más afamadas agrupaciones, como el Ballet Nacional de Cuba con la reposición revisada de la celebrada pieza de Alberto Alonso “Carmen”, esta vez con los debuts de primeras bailarinas en el titular y las revelaciones de jóvenes solistas en los papeles masculinos.

Se sumó también Lizt Alfonso Dance Cuba con su exitosa producción “Fuerza y Compás”, inusitadamente, de gira por tres principales ciudades de Israel, país que no tiene relaciones diplomáticas con Cuba, sin embargo debió cancelar su tour por los Estados Unidos al no conseguir las visas correspondientes. La Compañía JJ de Danzas Tradicionales de Cuba, para festejar los 25 años de su fundación, presentó su obra para toda una noche “Arará”, del folklore de origen africano, producido por su fundador bailarín y coreógrafo Johannes García.

 

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