Suzanne Farrell Ballet-Crítica

Un desafío que no cesa

La compañía dirigida por la ex primera bailarina del New York City Ballet, presentó en el Kennedy Center de DC, desde el 27 al 30 de noviembre, “Swan Lake” y “Allegro Brillante”, de Balanchine, y “The Concert”, de Jerome Robbins. Tres estrenos, y dos reposiciones.

Deja un comentario Por () | 30/11/2014

Suzanne Farrell Ballet ppresentó "The Concert", de Jerome Robbins, con Elisabeth Holowchuk y Michael Cook. Foto: Rosalie O'Connor. Gentileza JFKC.

Suzanne Farrell Ballet ppresentó “The Concert”, de Jerome Robbins, con Elisabeth Holowchuk y Michael Cook. Foto: Rosalie O’Connor. Gentileza JFKC.

Hace casi 15 años, Suzanne Farrell asumió el desafío de reconstruir las piezas más olvidadas o poco frecuentadas del repertorio de su gran maestro, George Balanchine. Desde entonces hasta hoy, la compañía, que se nutre con bailarines de otros ensambles que trabajan con Farrell por cortos períodos, ha crecido en cantidad y en calidad.

En los tres días de funciones que el Suzanne Farrell Ballet presentó en el Opera House del Kennedy Center de DC, desde el 27 al 30 de noviembre, la ex primera bailarina del New York City Ballet optó por subir a escena tres estrenos: “Swan Lake” y “Allegro Brillante”, de Balanchine con música de Piotr I. Tchaikovsky, y “The Concert”, de Jerome Robbins, sobre fragmentos de preludios de Frederick Chopin. El resto del programa, “Monumentum Pro Gesualdo” y “Movements for Piano and Orchestra”, ambos del binomio Balanchine-Stravisnky, fueron estrenados por la compañía en DC en 2001.

Michael Cook y Elisabeth Holowchuk en "Movements for Piano and Orchestra", en el Kennedy Center de DC. Foto: Rosalie O'Connor. Gentileza JFKC.

Michael Cook y Elisabeth Holowchuk en “Movements for Piano and Orchestra”, en el Kennedy Center de DC. Foto: Rosalie O’Connor. Gentileza JFKC.

“Swan Lake”, creado por Mr. B en 1951, recupera el segundo acto de este clásico de Ivanov-Petipa. Farrell rescata esta puesta original, que luego Balanchine rediseñó en 1986, y en la que los cisnes blancos del cuerpo de baile se convirtieron en cisnes negros. Esta versión, más acelerada que la que habitualmente se ve en las puestas tradicionales, es un desafío aún mayor para la protagonista. Compleja, exigida, esta propuesta requiere de un alto nivel técnico, de un claro dominio del estilo Balanchine en los ataques y en la interpretación. Y si bien el cuerpo de baile mostró un interesante entusiasmo y delicada musicalidad, no dejó ver un ensamble compacto, dado que durante el año no trabajan juntas, las bailarinas reciben entrenamientos diversos.

La argentina Natalia Magnicaballi, en el rol de Odette, hizo filigranas con sus movimientos: cuidados, suspendidos, con una línea estupenda y una intensidad arrolladora. Con magníficos brazos, y sólidas piernas, logró transitar por los diferentes estados de este cisne etéreo y conmovedor. La expresividad de sus manos, delineada hasta el último detalle, y un cuello asombrosamente trabajado, mostraron a una bailarina capaz de lograr sutilezas profundas. En su dupla con Michael Cook, como Sigfrido, ambos logran un buen tándem.

Para la segunda parte del programa, Farrell eligió “Monumentum Pro Gesualdo” y “Movements for Piano and Orchestra”, dos clásicos de Balanchine, estrenados en 1960 y 1963 respectivamente, con un marcado toque neoclásico, interpretados por Ian Grosh y Elizabeth Holowchuk.

"Swan Lake", interpretado en la noche del estreno del Suzanne Farrell Ballet por Natalia Magnicballi y Michael Cook. Foto: Rosalie O'Connor. gentileza JFKC.

“Swan Lake”, interpretado en la noche del estreno del Suzanne Farrell Ballet por Natalia Magnicballi y Michael Cook. Foto: Rosalie O’Connor. Gentileza JFKC.

La tercera obra, “Allegro Brillante”, estuvo a cargo de una chispeante Paola Hartley junto a Brett Van Sickle. Hartley, una bailarina sutil, con intensos y delicados brazos, dejó translucir su inmensa y contagiosa alegría por bailar. Sin duda, en esta compañía, el plantel femenino, tal como viene ocurriendo desde su creación, es el más refinado, mientras que el ala masculina muestra flaquezas en cuanto al estilo y a la intensidad. Es precisamente en los trabajos de conjunto donde se advierte que la troupe carece de un trabajo constante bajo la misma batuta. No obstante, transmite un enorme entusiasmo, que no es poca cosa.

Un gran acierto fue “The Concert”, con la reposición de Kipling Houston y la participación en escena del pianista Glenn Sales, cuya veta actoral dio un toque especial a esta magnífica parodia de un concierto donde los personajes entretejen historias y situaciones graciosas. Allí, los bailarines se convierten en actores, y lo hacen estupendamente. Hartley, graciosa y desenfadada, pone un encantador sello de comicidad. Mientras que Cook, hace un despliegue de histrionismo en el que no deja detalle sin cubrir de su atractivo personaje.

La obra tuvo su estreno mundial en 1956 por el New York City Ballet, con Tanaquil LeClercq en el protagónico. Delicioso vestuario de Irene Sharaff y una puesta magnífica, hacen de esta obra un atractivo hallazgo para la compañía de Farrell que comienza su gira por todo el país.

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