El adiós a Pampa Cortés

Se hace difícil despedirse

Narciso del Carmen Cortés, “El Pampa”, bailarín y coreógrafo argentino que tuvo una gran trayectoria tanto en su país como en el exterior, murió de cáncer el 2 de mayo en su casa de San Leandro, California. Con él también se va parte de la historia del tango y del folclore argentino.

Deja un comentario Por () | 16/05/2014

Pampa Cortés, un maestro que se llevó el duende de la danza. Foto gentileza Tango and More.

Pampa Cortés, un maestro que se llevó el duende de la danza. Foto gentileza Tango and More.

Descalzo y con las manos cansadas de recoger algodón, Pampa Cortés empezó a bailar como un niño salvaje en aquellos campos de Clodomira, Santiago del Estero, en el noroeste de la Argentina. Sus pies desnudos marcaban el ritmo del malambo como si un duende se los moviera. Canciones de su tierra, un bombo legüero y un par de botas prestadas fueron parte de ese embrujo que Narciso del Carmen Cortés dejó que se instalara en él para no abandonarlo jamás. El baile se metió en su cuerpo sin que se diera cuenta, silencioso, infatigable.

Narciso del Carmen Cortés, “El Pampa”, murió de cáncer el 2 de mayo en su casa de San Leandro, California.

Un sándwich con una gaseosa fue el primer pago que recibió por entretener con su zapateo a los parroquianos de un bar cercano a su casa. Huérfano, y con la pobreza acechándole los talones, un día una tía lo llevó a Buenos Aires y allá, en esa ciudad ajena, empezó a bailar como profesional. El duende secreto lo puso en las filas de las compañías folclóricas más reconocidas de la Argentina.

“Fui aprendiendo de los grandes maestros”, dijo. Pero el primero, el más inolvidable, fue Mario Machaco. Cuando pasó el tiempo, cada vez que se ponía un par de botas para bailar, recordaba lo que había aprendido de él. Y como el dinero siempre escaseaba, comenzó a hacerse sus propias botas para subir a escena.

Pampa Cortés comenzó haciendo folclore argentino y formó parte de la compañía de Santiago Ayala "El Chúcaro" y de Norma Viola. Foto gentileza de Tango and More. Archivo Danzahoy.

Pampa Cortés formó parte de la compañía de Santiago Ayala y Norma Viola. Foto gentileza de Tango and More. Archivo Danzahoy.

Era el más jovencito de todas las compañías en las que bailaba, y se convirtió en primer bailarín del ballet de Celia y Jorge Lanza. Al comenzar los años 70, Juan Carlos Copes, que por entonces ya era un nombre en el tango, llegó una noche a Caño 14, uno de los más famosos lugares para escuchar y ver bailar el tango. Allí lo descubrió. Desde entonces, Pampa Cortés, fue parte de su compañía y llegó a ser asistente de coreografía.

Se nutrió de la sabiduría de Santiago Ayala “El Chúcaro” y de Norma Viola, creadores de un folclore innovador que fue un hito en la historia de las danzas argentinas. Después llegó el ballet de Celia Queiros, hasta que finalmente formó su propia compañía: Ballet Pampa.

“Mi escuela fue la vida. Tuve que dejar de estudiar en tercer grado porque no tenía ni para ponerme un par de zapatillas. Y los primeros juguetes me los dio Eva Perón”, recordó .

Enrique Cadícamo, uno de sus mentores y amigos, le regaló el sombrero de Carlos Gardel, su sabiduría, y largas horas de café y copas donde bebían la vida sin detenerse. Con Pampa se va una parte de la historia del tango. Sus noches de folclore y tango en La Ventana, El Viejo Almacén, Taconeando, La Carreta, y La Casa de Carlos Gardel.

Con él se van también las memorias, los momentos, los recuerdos compartidos en un escenario con los grandes del tango: Alfredo De Angelis, Horacio Salgán, Libertad Lamarque, Roberto Rufino, Mariano Mores, Los Solistas de D’Arienzo, Carlos Acuña, Roberto Goyeneche, Nely Omar, Sexteto Mayor, Sexteto Canyengue y otros tantos que descubrieron su talento, y esos chistes santiagueños que sólo Pampa sabía contar.

La primera vez que llegó a los Estados Unidos fue como coreógrafo del show “Tango Revue”, que inició su gira en Miami, Florida. Y en 1994, con la “bendición” de cadícamo, volvió con “Forever Tango”, dirigido por Luis Bravo. A fines del 96 se instaló allí. Pionero del tango en San Francisco, maestro de maestros, enamorado del amor y de las mujeres que siempre amó.

“El tango es lo más hermoso que tengo en este trabajo que tanto quiero. Y cuando me dicen maestro, simplemente siento que soy un aficionado que respeta lo que hace. Todos los días bailo más de tres o cuatro horas, y me encanta ir a una milonga elegante, siempre elegante”, repetía, y seguirá repitiendo, junto a su duende que, esta vez lo llevó a una nueva gira.

 

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