New York City Ballet

Sin ocultar las emociones

En su serie “American Dance Festival”, la compañía fundada por George Balanchine recreó, al final de su temporada de primavera, obras de Benjamin Millepied, Christopher Wheeldon y de su director, Peter Martins. Jóvenes bailarines, bien entrenados y capaces de conmover.

Deja un comentario Por () | 19/05/2013

El estreno de la temporada, “A Place for Us”, un Pas de Deux a cargo de Tiler Peck y Robert Fairchild, obra de Christopher Wheeldon. Foto: Paul Kolnik. Gentileza NYCB.

La temporada primaveral del New York City Ballet (NYCB), en el teatro Koch, del LIncoln Center ya toca a su fin. Restan solo tres semanas, mientras la del American Ballet Theatre, en el elegante Met, en el mismo compendio dedicado a la música y a la danza, apenas comienza; la duración de esta última se extenderá hasta los comienzos de julio.

El NYCB, y la función de la serie denominada American Dance Festival, reunió música de tres compositores distintos. Semejante al trio compositor, las coreografías pertenecían también a tres maitres diferentes, por más que las obras caían dentro del estilo neo-clásico, con toques  contemporáneos muy presentes.

Para comenzar, de Benjamin Millepied –recientemente nombrado director de la Ópera Nacional de París (para desaprobación de los miembros de la compañía francesa, según cuentan)– subió a escena “Two Hearts”, sobre  partitura de Nico Muhly, quien incluye al final, la voz de Dawn Andes.

Como el título indica, la coreografía se centra en una pareja de bailarines, en este caso la brillante Tiler Peck, junto a Tyler Angle, tan excelente compañero como buen bailarín, quienes aparecen en varios Pas de Deux con algo de romance, pero de gran modernidad en los movimientos. Hay un elenco de seis parejas que comparten la coreografía, que da comienzo con seis bailarines que abren la pieza, acompañando poteriormente a Angle al terminar su solo. El llamativo vestuario de Marc Happel, es en blanco, con una ancha raya negra en la camisilla para los hombres, y sayas cortas con los mismos diseños para las mujeres, que resulta tan atractivo como moderno.

Esta nueva pieza de Millepied ha aparecido en el repertorio de la compañía desde su estreno el pasado año varias veces, y allí debe mantenerse. Todo es cuestión del gusto y de la voluntad del director artístico, Peter Martins, que lleva 30 años al frente de la compañía, desde el deceso de Balanchine, quien la fundara en 1948.

De Christopher Wheeldon también subió a escena “Soirée Musicale”, de 1998, estrenado como parte de un taller de la School of American Ballet. Foto: Paul Kolnik. Gentileza NYCB.

Del aplaudido y codiciado coreógrafo Christopher Wheeldon, aparecieron dos trabajos, muy distintos en estilo. El primero, “Soirée Musicale”, data de 1998, estrenado como parte de un taller de la Escuela de Danza Americana ese año. La música no puede ser más bailable, amén de agradable. Original de Samuel Barber, el coreógrafo divide su inspiración en varias secuencias que incluyen a tres parejas solistas, Sara Adams, Lauren Lovette y Brittany Pollack, acompañadas de Harrison Ball, Chase Finlay y Taylor Stanley, así como un nutrido coro masculino.

No faltan los segmentos graciosos  como “Scottische”, donde dos  traviesas ballerinas, Kristen Segin e Indiana Woodward, coquetean graciosamente con Ralph Ippolito y Peter Walker, que motiva las sonrisas de los asistentes a la función. El Pas de Deux encomendado a Lauren Lovette y Chase Finlay, es la pieza que puede catalogarse como la perla de la  agradable obra de Wheeldon. La pareja es tan encantadora como brillante. Todo el reparto denota estar en camino de magníficos futuros en la compañía; futuros que ya se han convertido en realidad para Chase Finlay, quien desde febrero, posee el ansiado título de Bailarín Principal. Bravo por el hermoso joven Apolo.

El estreno de la temporada, “A Place for Us”, un Pas de Deux a cargo de Tiler Peck y Robert Fairchild, es obra también de Wheeldon. En este caso particular, usa la música de Leonard Bernstein, que requiere como acompañamiento un piano y su intérprete, Steven Hartman,  a un lado de la escena, y una clarinetista, Nancy McDill, quien hizo sonar muy bien su clarinete en la magnífica acústica del teatro. Esta obra usa solo dos intérpretes, y en realidad, no necesita más. La intensidad interpretativa de la pareja llena la escena totalmente de emoción.

Ya han pasado muchos años de la desaparición del gran Balanchine, que eludía  emociones en los bailarines que aparecían en sus innumerables obras. Ya es de notar que esta nueva generación, 30 años después de su muerte, puede expresar sus sentimientos sin pasar la línea que separa las emociones desmesuradas del melodrama. Bravo a la juvenil pareja, y por supuesto, al coreógrafo.

Para terminar, subió a la escena, original de Martins, su “Hallelujah Junction”, en el repertorio del NYCB desde 2002, sobre la repetitiva música de John Adams, compositor favorito de Martins. Originalmente estrenado por el Royal Ballet de Dinamarca en 2001, “Hallelujah” sirve de “showcase” a  tres de los solistas principales del NYCB, Sterling Hyltin, Gonzalo García (natural de Zaragoza, España) , y el dinámico Daniel Ulbricht, quien puede girar como un trompo y elevarse con facilidad en poderosos brincos de un lado a otro de la amplia escena del teatro. Estas últimas muestras de virtuosismo dinámico,  parece que comienzan a ser apreciada por los asiduos asistentes a las funciones del NYCB, no acostumbrados a tales excesos.

El NYCB posee en el presente un conjunto muy joven, no obstante, brillante y excelentemente entrenado. La compañía tiene a su favor, además, el empuje que le proporciona la juventud, además de  que sus expresiones son más vívidas que antes, y ahora no parece que se les exigiera la restricción total de ellas. Bien por la novedad que hace tanto al conjunto como a los solistas,  más humanos. Que continúen así…

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