
La Reina de Corazones es una de las grandes protagonistas de “Alicia en el país de las maravillas”. Foto: Kiyonori Hasegawa
Cómo subir al escenario el cuento fantástico que Lewis Carroll improvisó para entretener a las hermanas Liddell durante un aburrido paseo en barco por el río Támesis fue el reto mayúsculo al que se enfrentó el coreógrafo británico Christopher Wheeldon cuando recibió el encargo de coreografiar “Alicia en el país de las maravillas”, por parte de The Royal Ballet de Londres y del National Ballet of Canada. La dificultad de recrear a cada uno de los personajes y las insólitas situaciones a las que se enfrenta la protagonista del relato requirieron grandes dosis de imaginación y un imponente despliegue técnico. La conjunción de la escenografía de Bob Crowley, la partitura original de Joy Talbot y, cómo no, la coreografía de Wheeldon consiguieron transmitir la esencia y la magia del cuento.
Desde su estreno en la Royal Opera House de Londres en 2011, se ha convertido en una obra muy popular y requerida por otras compañías internacionales para incluirla en su repertorio, como el Royal Swedish Ballet, el Royal Danish Ballet, el Australian Ballet o el National Ballet of Japan. Fundada en 1997 y dirigida actualmente por Miyako Yoshida, la formación nipona ofrece estos días una nueva temporada de la obra de Wheeldon, que incorporó en junio de 2022. Con un aforo de 1.800 localidades, el New National Theater de Tokyo acoge la docena de funciones con el aforo prácticamente agotado en todas ellas.
Dividida en tres actos y con una duración cercana a las tres horas, “Alicia en el país de las maravillas” comienza con una fiesta en el jardín de casa de los padres de Alicia, interpretada por la primera solista Risako Ikeda. Ella se disgusta al saber que su amigo Jack, hijo del jardinero, ha sido acusado por la madre de la protagonista de robar una tarta de mermelada. El amigo de la familia, Lewis Carroll, se ofrece a hacerle una fotografía para consolarla y es cuando éste se transforma en el Conejo Blanco -ambos papeles recayeron en el demisolista Myeonghyun Lee-, y al perseguirlo, Alicia cae por una madriguera que desemboca en el país de las maravillas, en el que Jack es ahora la Sota de Corazones -roles interpretados por el bailarín principal Shogo Hayami- y también es acusado de apropiarse de una bandeja de tartas de la Reina de Corazones. El primer acto resulta un poco largo y algo farragoso por la cantidad de personajes y situaciones inverosímiles. Muy relevante es la escena de la caída por la madriguera, dibujada a través de una hipnótica proyección, porque si hay un elemento a destacar en esta producción es el trabajo sobresaliente de escenografía, vestuario y efectos visuales.

El National Ballet of Japan incluyó en su repertorio “Alicia en el país de las maravillas” en 2022. Foto: Kiyonori Hasegawa.
En el segundo acto, aparecen algunos de los personajes más célebres de la novela, como el Gato de Cheshire -inteligentemente recreado a través de una marioneta manipulada con la técnica del teatro negro-, el Sombrerero Loco o la Liebre de Marzo. En la delirante fiesta el té, el espectador tiene la oportunidad de disfrutar del bailarín principal de The Royal Ballet de Londres, Steven McRae, creador del papel original del Sombrerero Loco e invitado para varias funciones con el National Ballet of Japan. La característica principal de este rol es que su lenguaje dancístico es el claqué, lo que supone un contraste frente al neoclasicismo imperante en la mayor parte de la obra. Completa esta parte, la escena de la Oruga y las odaliscas, que bien podría recordar al harén del Pachá de “Le Corsaire”.
Si bien la presencia de la Reina de Corazones es una constante a lo largo de la obra, en el último acto disputa el protagonismo a la propia Alicia y ofrece los mejores momentos de la producción de Wheeldon. El humor y los guiños a clásicos del ballet son otras características reseñables de la obra del coreógrafo británico, siendo especialmente destacada la satírica versión del célebre “Adagio de la rosa”, extraído de “La Bella Durmiente”, en la que brilla una majestuosa e histriónica Reina de Corazones, magníficamente bien interpretada por la demisolista Yuko Masuda. La excéntrica Reina de Corazones, que juega al croquet con flamencos en lugar de palos y con erizos sustituyendo a las pelotas, se manifiesta a través de una gestualidad muy acusada con la que parece gritar a través de sus pasos: «¡Que le corten la cabeza!». Como licencia narrativa y colofón de la obra, Wheeldon incluye un paso a dos entre Alicia y la Sota de Corazones, antes de volver a la realidad.
La música original de Joy Talbot es otro pilar sustancial de la obra. Contribuye de manera capital a crear los ambientes y atmósferas adecuados para surgir la magia del cuento. En las funciones del New National Theater, fue interpretada por la Tokyo Philharmonic Orchestra, bajo la batuta de David Briskin. En conjunto, la obra de Wheeldon es una imaginativa propuesta para dar vida a un relato complejo. Sin embargo, en muchas ocasiones, da la sensación de que la acción fagocita a la danza. No obstante, el resultado es una versión colorista, amena y muy adecuada para el público familiar.
El trabajo del National Ballet of Japan en “Alicia en el país de las maravillas” fue sólido y bien ejecutado. El resultado se tradujo en un público absolutamente entregado en todas las escenas y especialmente satisfecho por la actuación de Steve McRae como Sombrerero Loco, habida cuenta de los aplausos que cosechó en cada una de sus salidas. No le anduvo a la zaga la Reina de Corazones, ni el resto de los protagonistas, siendo el conjunto japonés gratificado con una calurosa salva de nueve minutos de aplausos.