Centro Prodanza

Una joven pícara y tierna

“La fille mal gardée”, bajo la dirección general de Laura Alonso, se presentó en el escenario de la Sala Lorca del Gran Teatro de La Habana con una eficaz escenografía y un espléndido vestuario. Una puesta que promete.

Deja un comentario Por () | 11/05/2011

La compañía de ballet del Centro Prodanza presentó en la Habana “La fille mal gardée”. Foto gentileza de CP.

La “Fille” que creó Ashton. Hacer clic aquí.

El conocido ballet “La fille mal gardée”, también titulado “Vana precaución” en otras versiones y latitudes, se presenta esta vez en la versión “armada” por la notable “ballet mistress” y directora general del Centro Prodanza de La Habana, Laura Alonso. La coreógrafa ha tratado de ofrecer una “Fille” en tres actos –diferenciada de la versión de Alicia Alonso para el Ballet Nacional de Cuba–, según la de dos actos con tres escenas que estrenara en Burdeos Jean Dauberval, en 1789 (en vísperas del estallido de la Revolución Francesa), con música de Hertel.

Laura Alonso prefirió basarse en la dramaturgia narrativa de este ballet d´action en Dauberval, pero para la estructura y diseños coreográficos se remitió a lo creado por el célebre inglés Frederick Ashton para el Royal Ballet de Londres en 1960, pero con el soporte musical de Herold, con arreglos y otros materiales añadidos por el director de orquesta John Lanchbery. Por lo tanto, desvelan incongruencias estilísticas: lo francés y lo inglés conviven indistintamente en los bailables, principalmente en los conjuntos.

Esta compañía no-profesional ofrece una producción con “decorum”, empero su cuerpo de baile es heterogéneo en biotipos, orígenes y formaciones académicas. No obstante, los alargamientos bailables lastran la fluidez del divertimento humorístico que esta historia bucólica francesa refleja con cierto verismo. Una revisión de estos materiales “nuevos” redundaría en un positivo rendimiento, y un éxito mayor con la audiencia.

Tal vez, voluntariamente o por desconocimiento de los elementos de la técnica balletística que eran una tradición en la escritura coreográfica de Sir Ashton, no siempre estuvieron presentes, o al menos si lo estaban no se ejecutaron con claridad suficiente para identificarlos.

 Como, por ejemplo, “enchainement” conocido por los bailarines del Royal Ballet con los que trabajó Ashton como “the Fred Step”. Hasta el público que disfrutó y admiró sus ballets no lograban detectarlo fácilmente. Fue su compatriota crítico de ballet David Vaughan –autor del excelente libro “Frederick Ashton and his Ballets”– , quien reveló cuáles eran los componentes de este “paso”. También fue quien puso en conocimiento que los bailarines lo llamaban el “Fred Step”.

La puesta

La puesta en escena fue digna de subir al escenario del “Lorca”, tanto por la eficaz escenografía diseñada, como por el espléndido vestuario (en este punto debemos señalar los dislates, que se presentaron en los cambios de vestuario entre Lisa y Mamá Simone, al no ajustarse a las acciones respectivas en las escenas), así como la errónea elección de algunos bailarines con respecto a los papeles de la acción dramática fijada por la historia general, según aquel período francés, es decir corregir los “miscastings”, que se produjeron en la puesta.

En cuanto a la pareja protagonista de aquella función, interpretada con justeza por Jenny Sosa y Abel Miranda, mostró una bien definida interrelación entre ellos y con los otros personajes vinculantes, aunque no siempre estuvo bien engarzado con los conjuntos.

Ella, mostró un notable despliegue técnico y en casi todo momento en estilo. Él, no ejecutó siempre los pasos con la limpieza necesaria, aunque proyectó los matices de su Colin en cada momento, si bien debe retener ciertas sobreactuaciones faciales y manerismos en busca de una comicidad efectista.

El intérprete de Mamá Simone, Michel Castellanos aquella primera noche, necesita trabajar más personaje complejo dentro del aparente facilismo por el hecho del trasvestismo.  Debía observar los vídeos a su alcance con las interpretaciones paradigmáticas que le precedieron, por ejemplo: las de José Parés o Alberto Méndez, o del inglés Robert Helpman, o el propio Ashton. En cuanto al Alain de Luis Javier Fuentes, el bailarín nos mostró un loable desempeño histriónico y técnico, aunque las rigurosas quintas posiciones que exige este personaje no siempre estuvieron definidas, cuestión que seguramente corregirá en futuras presentaciones.

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