
El Centro Prodanza de Cuba, capitaneado por Laura Alonso, subió a escena “Giselle”, en la versión de su directora. Fotos gentileza Centro Prodanza Cuba.
El ballet “Giselle”, obra paradigmática de la danza en el período romántico del arte, ostenta una trascendencia capital en la historia del ballet cubano y, por extensión, en toda la cultura de la Mayor de las Antillas. Con esta pieza decimonónica y la versión coreográfica de la eximia prima bailarina Alicia Alonso y “su excepcional intérprete y repositora”, la marca Cuba adquiere una calificación de excelencia, por primera vez, en el parnaso internacional de la danza.
Estoy obligado a reiterar aquí algunos elementos históricos (en su mayoría de dominio público), como el caso de la anécdota de cómo Alonso sustituyó a la titular del rol en el entonces Ballet Theatre, Alicia Markova, por indisposición repentina, en la temporada de noviembre de 1943, lo que dio nacimiento a uno de los grandes mitos del arte coreográfico del siglo XX: Alonso-“Giselle”.
Esta producción adquiere un valor adicional, en cuanto a la veracidad de la versión realizada titánicamente por la experimentada maestra y antigua solista del BNC, Laura Alonso, heredera carnal de dos pilares de este arte: Alicia y Fernando Alonso, y heredera intelectual de las versiones reeditadas por su progenitora, hasta lograr una de las versiones más coherentes en el aspecto dramático teatral. Fue significativo que la propia Alonso fuera invitada a situar su “Giselle” en el repertorio del Ballet de la Ópera de París. En sus anales, “Giselle” o “Les Willis” (su título original), fue estrenada en el Teatro de la Academia Real de la Música (edificio destruido por un incendio) el 28 de junio de 1841. Este fue reemplazado por el actual Palais Garnier. La célebre Carlota Grisi fue entonces Giselle, con 89 representaciones.
Sin caer en el didactismo, pudiera sintetizar el argumento para enriquecer los conocimientos historicistas de los nuevos espectadores. El tema fantástico de “Giselle” proviene de la imaginación popular. Una antigua leyenda germánica relataba cómo las Willis eran los espíritus de las muchachas muertas antes de sus bodas, y emergían de sus tumbas para bailar a la luz de la luna. Unos seres fantasmales y aéreos que eran para los hombres tan peligrosos como irresistibles. A su permanencia contribuyó el poeta francés Théophile Gautier, al descubrir la leyenda de las Willis en la edición francesa del libro “Espíritus elementales” (1837) del poeta alemán Heinrich Heine. Con la contribución del libretista Jules Henri Vernoy, encontraron la fórmula exitosa de la ópera: engaño, locura y muerte. La música de Adolphe Adam, compositor de éxito en esa época, fue fundamental para hacer creíble la historia. Jules Perrot, excelente bailarín y amante de Grisi, concibió la coreografía con la contribución creativa de Jean Coralli, quien participó en escena como Hilarión, el rival de Albrecht. Perrot, varios años como maître de ballet en San Petersburgo, traspasó a su alumno y sucesor, Marius Petipa, sus saberes con respecto a “su obra maestra”. Desde entonces, el marsellés montó, revisó y readaptó la obra en numerosas ocasiones. La muy aplaudida variación de “Giselle”, en el primer acto, es de su autoría en 1887, con música de Ricardo Drigo.

Las juveniles bailarinas de los últimos años de la Escuela Nacional de Ballet integraron las filas en el ballet blanco. Fotos gentileza Centro Prodanza Cuba.
Es precisamente en la versión de Petipa que “Giselle” desembarca en Occidente, por medio de los ya célebres Ballets Russes de Serge Diaghilev. (El acucioso investigador y productor del mejor programa de televisión dedicado a la danza, Ahmed Piñeiro, nos desvela un dato fundamental: “la definitiva reposición que realizó Nicholas Sergeiev”, con “un gran cuidado filológico”, en 1924 para la Ópera de París, donde debutó en el titular la excelsa Olga Spessitseva. Es conocido que Sergeiev partió a Occidente llevando en su equipaje todos los carnets y apuntes de Petipa sobre sus creaciones, como consecuencia de la Revolución Bolchevique de octubre de 1917).
Puesta en escena en la versión de Laura Alonso

Laura Alonso encarna a Berthe, la madre de Giselle en esta puesta en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional. Fotos gentileza Centro Prodanza Cuba.
La experimentada maestra de ballet y directora del Centro Prodanza de Cuba, Laura Alonso, ha diseñado su propia versión “Giselle”, a partir del evidente legado transmitido por sus padres y maestros formadores, Alicia y Fernando Alonso, incorporado a partir de años en la participación artística activa y profesional de los procesos creativos en el Ballet Nacional de Cuba, del cual fue miembro como solista principal y “coach”. La “grand ballet mistress” -como la califican las notas al programa de mano de su compañía-, y Premio Nacional de Danza 2021, ha expresado recientemente que “se trata de una producción renovada, que respeta y honra la coreografía de Alicia Alonso, a la que se le han añadido ciertos matices y ajustes sutiles en su construcción dramática visual”. La coherencia dramática lograda por AA, tan laureada y elogiada por la crítica internacional, está evidentemente aquí y ahora. Los momentos histriónicos de las pantomimas, que lo requieren en el primer acto, fueron enfatizados por la propia repositora, que personalmente subió a escena para encarnar el rol de Berthe, madre de Giselle (como vimos en una de las tres representaciones programadas). Observamos los matices definitorios del porqué de cada acción dramática, propios de la formación primera de Alonso en las escuelas coreográficas ruso-soviéticas, donde fue becaria en la pasada centuria.
Para ejecutar los diseños del ballet blanco, la ballet mistress se vio obligada a importar las juveniles bailarinas de los últimos años de la Escuela Nacional de Ballet. Muchos ensayos consiguieron una digna entrega: las diagonales en arabescos del segundo acto fueron ovacionadas. También muy aplaudidas las variaciones de Myrtha, reina de las wilis, en cada función. Una digna entrega del icónico ballet blanco. Igualmente, para el vestuario, atrezzos y telones, hubo que recurrir a los almacenes de antiguas producciones, así como a generosas donaciones de academias foráneas. En resumen, podríamos calificarlo de una hazaña teatral con resultados plausibles.


