El historiador de danza Francisco Rey Alfonso en Cuba.

Entre las labores realizadas hubo dos que me pusieron en el camino de dos de los temas que, acerca de la danza, he venido trabajando hasta hoy: los Seminarios Juveniles de Estudios Martianos y los Círculos Culturales Alejo Carpentier. Como yo predicaba con el ejemplo, me puse a investigar la obra de Martí y de Carpentier para responder adecuadamente a esas tareas, y lo hice en función de la danza. Los primeros resultados derivados de ese trabajo fueron alentadores y probablemente decisivos en lo que vendría después: con un trabajo titulado “Martí y el ballet” gané un premio en un Seminario Juvenil de Estudios Martianos y logré, además, mi primera publicación relativa a la danza, en la revista “Cuba en el Ballet”. De igual modo con un ensayo titulado “Poética de la danza en Alejo Carpentier”, gané otro premio nacional, otorgado por los dos Círculos Culturales, un trabajo que vio la luz en la revista Imán, el anuario del entonces denominado Centro de Promoción Cultural Alejo Carpentier (hoy Fundación Alejo Carpentier). Gracias al éxito de ese trabajo y a mi labor al frente del Círculo Cultural… que tenía en Jaruco, estuve a punto de conseguir lo que tanto deseaba: trabajar en otro sitio, en este caso el Centro de Promoción…, pero al final no fue posible por no haber plazas. Así que continuaba en las mismas y “sudando tinta” en Jaruco.

Finalmente, por mi trabajo “Martí y la danza española”, con el cual gané otro premio en los Seminarios Juveniles de Estudios Martianos y luego fue publicado en un Anuario Martiano. Probablemente con el fin de buscar un trabajo en el Centro de Estudios Martianos, les llevé ese trabajo a Cintio Vitier y a Fina García Marruz, quienes, con su proverbial educación y generosidad, me atendieron de una manera conmovedora. Cuando fui a recoger el texto, Cintio me pidió que le llevara otro, y le presenté entonces uno titulado “Tarde en la siesta, un clásico de la coreografía cubana” que había escrito para un curso de postgrado impartido por Orlando Taquechel en el Instituto Superior de Arte acerca de la Escuela Cubana de Ballet. Nunca olvidaré aquel encuentro; recuerdo que Cintio me dijo más o menos algo así: “Lo felicito por sus trabajos. Pero usted no ha tocado la puerta correcta. Yo lo ayudaré a que lo haga.” Y así, al fin, se abrió la posibilidad real de dejar atrás a la Casa de Cultura: unos meses después (muchos, pocos…, no recuerdo) comencé a trabajar en el Ballet Nacional de Cuba, como dije antes un acontecimiento en mi vida. Como puedes ver, no les he contado nada del otro mundo; por el contrario, uno de los avatares posibles para una persona cualquiera “en el reino de este mundo”.

A estas alturas entre libros, folletos, notas a programas, textos para revistas especializadas o no…, tengo en mi haber varias decenas de publicaciones, no sé cuántas, pero la cantidad no es lo más importante. Ahí están el caso de Rulfo y de tantos otros. Ya son muchos años de andadura en estas lides, y algo tenía que derivarse de tanto tiempo de labor. Por supuesto, no todos los trabajos me satisfacen por igual, porque el nivel alcanzado en ellos no es parejo, porque estoy consciente de que unos son mejores que otros. Supongo que eso le ocurra a todo el que escribe, y si no a todos, a casi todos, porque se trata de algo normal en estas cuestiones. No son pocas las personalidades que no quieren que les hablen de ciertas obras de juventud, y dan una oreja por poder incinerarlas. Nadie, en ningún terreno de la vida, es infalible. Además, no todo lo que uno publica tiene como estímulo el libre albedrío del autor; muchas veces se publican trabajos por encargo, para cubrir una necesidad informativa, para calzar un evento…, y esos no pocas veces se redactan sin amor e, incluso, sin tiempo.

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