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Danzahoy | actualidad | Francisco Rey Alfonso-Parte I: El buscador perpetuo
DICIEMBRE DE 2008 | EDICIÓN Nº81

 

actualidad

Francisco Rey Alfonso-Parte I

El buscador perpetuo

La danza cubana vista con los ojos de uno de los historiadores más reconocidos a nivel nacional e internacional. Sus investigaciones dentro y fuera del Ballet Nacional de Cuba y su relación con este arte.

Recuadro: Memorias en primera persona
El historiador de danza Francisco Rey Alfonso en Cuba.
El historiador de danza Francisco Rey Alfonso en Cuba.
Foto: Francisco Echevarría Saumell.

Francisco Rey Alfonso, uno de los grandes popes de la historia de la danza en Cuba, se desempeñó como redactor de la revista “Cuba en el Ballet” y como especialista en el Museo Nacional de la Danza, durante muchos años, en La Habana. Conocedor de algunos singulares tópicos de la cultura cubana, entre ellos el de las relaciones con la danza de José Martí y Alejo Carpentier. Ha publicado varios libros, tiene otros inéditos y otros en preparación; asimismo ha publicado numerosos trabajos en revistas especializadas, o de temas generales, lo mismo en su país que en el extranjero.

Por tan acucioso hacer durante muchos años, ha recibido varios premios y distinciones, entre ellos los dos más recientes: el Premio Anual de Investigación otorgado por el Centro Juan Marinello, y el Premio Dador, en investigación, que confiere el Centro Dulce María Loynaz. Y entre sus tantos reconocimientos, que se van acumulando en las estanterías de su casa habanera, Rey Alfonso ahora también atesora el Diploma de Oro del Gran Teatro de La Habana, importante institución cultural cubana de la cual muchos lo consideran su historiador.

Más allá de haberse graduado en Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas, y de ser un filólogo exquisito, Rey Alfonso se ha dedicado específicamente a la danza, con devoción y severo ojo investigador. Durante muchos años trabajó en el Ballet Nacional de Cuba (BNC) recopilando datos, hilvanando historias y sumergiéndose en las profundidades de ese mundo que tanto lo seduce y atrapa.

Danzahoy:¿Cómo, con esta formación, se ha dedicado a la danza, específicamente a la historia del ballet en Cuba?

Francisco Rey Alfonso: Esa “conversión” ocurrió hace tantos años que ya no recuerdo, a derechas, cómo fue. Sí me acuerdo que cuando comencé a publicar trabajos relativos a la danza, ya había dado a conocer algunos acerca de asuntos literarios: la narrativa de Carpentier, la novela “Cecilia Valdés…”, incluso había publicado algún que otro poema en revistas por suerte olvidadas. Supongo que aquel tránsito tuvo que ver con el famoso “bichito” del que se habla entre los aficionados: es decir, aquel que “lo pica” a uno, como un flechazo, luego de asistir a una buena función, a una de esas presentaciones que te dejan arrobado. El arte de la danza, para mí en particular el ballet, asumido como una “abstracción”, visto desde una cómoda luneta, es tan hermoso que no es difícil caer en sus redes. Quizá a partir de esa “picada” decidí dar el salto, dejar a un lado las pretensiones literarias y probar fuerzas en el terreno del baile.

D: Y una vez que el “bichito” picó, ¿cómo siguió ese contacto?

FRA: Recuerdo que aquel apasionamiento inusitado (eso ocurrió en 1969 ó 1970) fue como una embriaguez a la que trataba de aplacar asistiendo a cuanta función de danza se ofreciera en La Habana (o, incluso en alguna ciudad del interior, como Matanzas), leyendo cuanto me cayera en la mano acerca del tema, escuchando por medio de discos la música de las obras: “Giselle”, “El lago…”, “Coppélia”, “Cascanueces”…; conversando durante horas, como podría hacerse de béisbol, de fútbol o de otro deporte, con otros interesados, supieran más o menos que yo... En medio de aquel proceso –y quizá por inclinación natural, “genética”– comencé a interesarme por la historia de la danza en Cuba, y de pronto me vi sentado en las salas de la Biblioteca y del Archivo Nacionales, de la Sociedad Económica de Amigos del País y de otras instituciones por el estilo investigando su decurso, una indagación que ha continuado hasta hoy y, por lo que veo, se extenderá por muchos años más. En ese terreno se enlazan la danza y mi formación como filólogo, un entrenamiento que me ha resultado de mucha utilidad para la comprensión multilateral de las fuentes consultadas y, asimismo, para la plasmación de los datos acopiados.

D: ¿Cómo influyó trabajar en el BNC?

FRA: Trabajar en el BNC fue el tránsito de “la teoría” a “la práctica”, con todo lo que eso implica de bueno y de malo, de edificación y de derrumbe: es decir, pasar del mundo del ballet en el papel (lo que antes llamé “abstracto”) al mundo del ballet en la realidad, del reposado ámbito del papel y la tinta al accionar mental y físico de numerosos seres humanos dedicados a esa profesión desde diversos puntos de vista. Cuando uno se acerca a ese mundo solo por medio de las lecturas, los espectáculos…, en fin, desde afuera, los colores y los brillos son unos; una vez dentro conoces que la cotidianidad es otra. Dicho con otras palabras: el proscenio podría constituir, según la persona de que se trate, una temible frontera, porque esa línea demarca, supongo que por lo general, dos mundos casi antagónicos aunque parezca mentira. El del ballet (“clásico”), por su propia naturaleza (las Wilis, los cisnes, las sílfides, los tutús, las coronitas, el suave gesto…, digamos), es muy propicio para la idealización y, por lo menos en mi caso, llegué a la compañía lleno de ilusiones, pensando que había alcanzado el cielo, que había anclado en un añorado libro de cuentos.

Un libro de cuentos

D: Entonces a partir de ese momento vivió en la tierra encantada o en un libro de cuentos…

FRA: Digamos que ese “libro” comenzó a perder sus páginas con más velocidad de la deseada: la vida ocupaba su lugar y, de paso, se distanciaba del ideal que yo, a propósito de estos asuntos, en mi fuero interno, había inventado. A mi me dio por confundir el ballet con una religión (conozco a otras personas que han cometido ese error), y desde esa postura absurda, extremista, valoraba todo lo que me rodeaba. De más está decir cuánto sufrí debido a las “herejías” cometidas allí por personas que, al revés de mi devoción, de mi fanatismo, tomaban al ballet, a la compañía, como “pedestal” y no como “ara”; de comprobar in situ cómo “no son todos los que están ni están todos los que son”, de cuánta “nada” había detrás de ciertas princesas y ciertos príncipes. Esa formulación de la vida, fuertemente matizada por las duras circunstancias de mi cotidianidad en Cuba, poco a poco me lo convirtió todo en algo doloroso. Creo que ni siquiera mis compañeros más cercanos se dieron cuenta de eso.

D: Y se fue alejando, por supuesto…

FRA: Por supuesto, estoy consciente de que mis “musarañas” mentales no son culpa de nadie, sino de mi personalidad tan dada a idealizar. Ese proceso, aun con sus luces –porque desde luego hubo luces (y personas iluminadas) y asimismo buenas cosas–, me fue desgastando: comprobaba cómo pasaban los años, envejecía, y mi vida seguía casi en el mismo punto. No conseguía ni la realización material (que no es lo que más me interesa: de lo material solo añoro lo que me procure tranquilidad, aislamiento, mis archivos y un ordenador o computadora, como prefiramos llamarle) ni tampoco la espiritual. Esto último sobre todo porque no podía investigar y escribir en la medida en que deseaba y podía hacerlo. El abundante trabajo en la compañía (la revista, el museo, el programa de radio y otras tantas cosas que allí se hacen a diario) no me daba tregua, pues lo asumía con la más absoluta seriedad y amor, y a pesar de cierta ayuda que me ofrecieron en cuanto a tiempo, me había convertido en el clásico investigador-escritor de fines de semana y días festivos, y en esas circunstancias era impensable llevar adelante siquiera el más humilde de mis proyectos.

D: Pero en algún momento tuvo que escoger...

FRA: Más allá (¿o más acá?) de mis susceptibilidades, sin imaginármelo, sin quererlo, la vida me puso a escoger entre la compañía y mi obra. De más está decir que la compañía puede (¡no faltaría más!) hacer su vida sin mí, pero no ocurre lo mismo con mis escritos. De cualquier modo, más allá de las decepciones reales o imaginarias antes sugeridas, mi paso por el BNC me dejó no poca ganancia, pues me permitió conocer el accionar interno de una gran compañía, ver clases, ver ensayos, alternar con bailarines, coreógrafos, diseñadores, críticos,…, vivir el proceso múltiple que lleva a una obra desde el salón de clases hasta el escenario. No se escribe igual sobre danza luego de haber vivido durante años, de manera íntima, el quehacer de una compañía; la compresión del fenómeno es más certera. Antes de concluir esta respuesta –que podría dar pie a un tratado–, quiero recordar (y recordarme, porque no quiero ser injusto) que las consideraciones aquí referidas a mi paso por el BNC (en particular las que para mí resultaron negativas, según mi mejor o peor entender, reitero) no son privativas de ese medio; lo mismo podría decirse de cualquier otro, pues, simplificando, “en todas partes se cuecen habas”.

D: ¿Cómo surgió la necesidad de compartir, a través de artículos y libros, todo lo que iba investigando?

FRA: Eso ocurrió, supongo, cuando tenía algunas “horas de vuelo” en el terreno de la investigación, y ya tenía algo interesante acerca de lo cual escribir. Recuerdo que mi interés por publicar tuvo, más que todo, un fin práctico: mi problema entonces no era el afán propio de los principiantes de ver su trabajo en letra impresa, sino darme a conocer de algún modo con vistas a cambiar de trabajo. Por aquellos años, concretamente a partir de 1976, yo me desempeñaba como Especialista en Literatura en la Casa de Cultura de mi pueblo: Jaruco. No quiero exagerar, pero a mi aquello se me antojaba un páramo, sobre todo considerando a las personas que por la fecha dirigían el ramo de la cultura en el municipio, personas incultas si las hay y, para colmo, carentes de sensibilidad por estas cuestiones. Ellos eran la encarnación de ese refrán que reza que “la ignorancia es atrevida”, y a la larga lo mejor que conseguían era no dejarte trabajar. No obstante esas dificultades, me entregué al trabajo en cuerpo y alma, y poco a poco, rompiendo la pared con la frente, logré consolidar una labor que trascendió incluso a escala nacional.

D: Obviamente otra quijotada suya…

FRA: ¡Cuántas cosas hacía y con qué rigor! ¡Cuántos sinsabores y cuántos ríos de sudor! Para alcanzar tales cotas conté con el más completo apoyo del equipo de literatura que entonces laboraba en el Ministerio de Cultura, y del de un numeroso grupo de escritores: Félix Pita Rodríguez, Onelio Jorge Cardoso, Eliseo Diego, Manuel Cofiño, Dora Alonso, Sigifredo Álvarez Conesa, David Buzzi, Imeldo Álvarez, Salvador Redonet… y en medio de todo aquello, tirando de una de las riendas del carro, mi querido amigo, el latinista Amaury Carbón, que fue la persona que me puso en contacto con esas personalidades. Me he desviado un tanto de la respuesta a su pregunta, con el propósito de homenajear a esas personas que me hicieron más llevadero aquel “curso de «mártir» sin iglesia”.

4 comentarios a este artículo

4 | Secundino J. Rey | 31/03/2009
Conozco muy bien a Francisco y sus obras. Es algo muy elogioso. La entrevista me resulto magnifica, amena e interesante. Todo lo mejor del mundo para FRANCYS.

3 | Julio Antonio Gómez Díaz | 25/03/2009
Haber conocido a Francisco Rey es uno de los orgullos que tengo, es una persona tan amable y humilde de corazón que no parece tener detrás una obra tan meritoria, es simplemente, un gran hombre fuera de lo común. Ejemplo de constancia y amor al trabajo por convicción.

2 | Eugenio Alonso | 17/02/2009
Hace poco tuve noticias de Francis. Esta en su mundo de libros y de investigaciones. Esta en su querida Habana investigando y siguiendo adelante. Tiene varios libros "entre manos". Lo pude ver de casualidad cuando el atravesaba la terminal de omnibus de La Habana dirigiendose a la biblioteca Jose Marti. Jasmany, tengo su correo, por si quieres escribirle. Eugenio eugealonso@aol.com

1 | Jasmany Hernández Negret | 25/12/2008
Conozco a este gran señor, e incluso hace un tiempo me pregunté a mi mismo que habría sido de su vida, luego de que se fue del ballet Nacional de Cuba, fueron aquellos años en los que como el otros como yo, queríamos librarnos de ataduras, pra partir en busca de cualqiier libertad, honesto y entregado a su profesión ese es Francisco Rey Alfonso , un saludo sincero de mi parte, me da gusto saber que todo ha salido bien ahora despues de un tiempo, felicitaciones y exitos en el futuro, sin mas Jasmany Hernández.....

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