Vladimir Vassiliev recibió este año el “Irène Lidova a la carrera” en la gala de Ballet2000 en Cannes, Francia.
Fotos: Marc Haegeman.
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El premio “Irène Lidova a la carrera”, que otorga la revista internacional de la danza Ballet2000, ha sido entregado en esta ocasión a Vladimir Vassiliev, en la habitual gala en el Palacio de los Festivales de Cannes, Francia, ocasión en la que además se adjudican las distinciones “Estrellas de Ballet2000” a los bailarines que durante el año han brillado particularmente.

Con anterioridad al gran Vassiliev, el premio “Irène Lidova” ha sido obtenido por Maya Plisétskaya, Alicia Alonso, Rosella Hightower (recientemente fallecida) y Violette Verdy.

En la edición de los premios de este año, una novedad: el premio a la compañía de autor, entregado al mismo tiempo al coreógrafo y a la agrupación, que es su “instrumento”. Recayó en el Balletto Teatro di Torino (dirigido por Loredana Furno), cuyo coreógrafo es Matteo Levaggi. En la gala –bajo la dirección artística de Alfio Agostini, director además de Ballet2000–, los bailarines Giuseppe Cannizzo, Mattia Furlan, Selene Manzoni, Manuela Maugeri, Vito Pansini y Viola Scaglione, del Balletto Teatro di Torino, interpretaron “Anima”, de Levaggi, con música de Philip Glass, una coreografía delicada y hasta misteriosa.

Como ya es habitual asimismo en estas galas de Ballet2000, que han convertido desde hace cinco años a Cannes en una ciudad tanto del cine como del ballet, antes de la entrega del premio a la Carrera, se proyectan selecciones de filmes de la figura galardonada, de una factura y edición impecables. ¡Cuánta emoción renovada volver a ver a Vladimir Vassiliev, junto a Ekaterina Maxímova, en varias de sus asunciones míticas! Una de ellas, “Espartaco” (Grigorovitch–Jachaturian). Ah, el poeta tendría razón: “el tiempo pasado fue mejor”.

En su alocución, Agostini recordaba cómo la propia Irène Lidova (crítica de danza y animadora, de origen ruso, gran dama del ballet en Francia y en el mundo, desde los años 40 hasta su muerte en 2002) solía decir que en “nuestra profesión”, como en cualquiera artística, no podía uno referirse nunca al “más grande”, pero que sin embargo existía un “el más grande”: Vladimir Vassiliev.

Y Vassiliev, agradeciendo luego, señalaba que lo logrado se debía al amor al público. “On vous aime”, dijo en francés. Capacidad de conmover también con la palabra.

Los galardonados como “Estrellas de Ballet2000” fueron: la rusa Polina Semionova (Staatsballett Berlin); el brasileño Breno Bittencourt (Ballet du Capitole de Toulouse); la japonesa Maiko Oishi y el italiano Giovanni Di Palma (Ballet de la Ópera de Leipzig); la italiana Silvia Azzoni y el ucraniano Alexander Riabko (Ballet de Hamburgo); los rusos Olga Esina y Vladimir Shishov (Ballet de la Ópera de Viena); y la francesa Julie Gardette y el armenio Arman Grigoryan (Ballet de la Ópera de Zürich).

Semionova conquistó de una manera rotunda, con el solo de “Alles Walzer”, de Renato Zanella, sobre música de Johann Strauss. Bittencourt mostró su versatilidad y un carisma evocador, sí, de glorias pasadas, en “Mathilde” (Cauwenberg–Jacques Brel) y en la variación de “Who cares?” (Balanchine–Gershwin). En el pas de deux de “Sonate” (Uwe Scholz–Rachmaninov), Oishi y Di Palma arrobaron con su sensibilidad, un tono similar que se presenció de la mano de los “vieneses” (ex–Mariinsky) Esina y Shishov en “Élégie”, también con música de Rachmaninov y coreografía de Vakil Usmanov.

Gardette, plena, como una flor, de romanticismo bournonvilliano, junto a Grigoryan ( de un “ballon” notable), en el pas de deux de “La Sylphide”.

Y los más emocionantes, junto a Polina Semionova, fueron Silvia Azzoni y Alexander Riabko en el pas de deux “Noir” de “La dama de las camellias” (Neumeier–Chopin): una sensibilidad, y una pareja exquisitas.

Llovía mucho en ese Cannes de invierno, pero esta gala y su tradición ya esperada, así como el hálito mágico que le insuflan los premiados, borraron al mal tiempo.

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