El Ballet Nacional de Cuba en “Serenata goyesca”, inspirada en los tradicionales ambientes ibéricos recreados por Francisco de Goya y Lucientes.
Foto: Nancy Reyes.

Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba, nuevamente se desempeñó en su rol de coreógrafa. Esta vez, su “Serenata goyesca”, estructurada en un acto y tres escenas e inspirada en los tradicionales ambientes ibéricos recreados magistralmente por Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) en sus pinturas, y con acierto ha elegido como soporte musical una partitura del genial compositor Joaquín Rodrigo –y menos conocida que su famoso “Concierto de Aranjuez”–, el seductor y cristalino “Concierto-serenata para arpa y orquesta”, que algunos reticentes pensaban que nadie podría usarlo como soporte musical para un ballet. Tal vez una audacia más de Alonso.

Con esta premier mundial, Alonso entrega una maravilla de ingenuidad coreográfica, equiparable con las joyas del siglo XVIII denominadas “miniaturas”, generalmente, los finos esmaltes pintados con preciosismo por los talentos pictóricos de la época, entre ellos el propio Goya. La creadora fue esforzadamente asistida por la distinguida “ballet mistress” del BNC Svetlana Ballester, con la colaboración eficaz del talentoso diseñador cubano Erick Grass, quien con sus decorados y vestuario consigue imponerse como indiscutible factor mayor del éxito de esta producción, secundado por un ajustado trabajo de luces, si bien los equipos del teatro en algún que otro momento jugaron una mala pasada en cuanto a precisiones.

La coreógrafa ha querido, con esta especial creación, conmemorar el vigésimo aniversario de los festivales La Huella de España, creados por iniciativa de Don Juan Aguado, entonces cónsul general de España en Cuba y por la propia Alonso, cuyo prístino objetivo es mantener vivas las raíces hispánicas de la cultura cubana, luego transculturadas con los decisivos aportes de las raíces negras, introducidas con las legiones de africanos para realizar el trabajo esclavo en la isla.

En “Serenata goyesca”, la Alonso logra crear una urdimbre de juegos amatorios entre majos y majas, tal el cuadro de Goya “El juego de la gallinita ciega”. Allí irrumpe un cacharrero que los distrae con su mercancía, y muestra en venta una mantilla: el objeto de una disputa, arrebatada finalmente por uno de los jóvenes para obsequiarla a su amada. Ulteriormente, el anochecer se apodera de la escena, momento propicio para las citas de los amantes bajo la tenue luz de los faroles. Llega la aurora, la quietud y la penumbra ceden ante un estallido de luz y jolgorio en plazas y calles.

Alicia Alonso, en su escritura coreográfica sin pretensiones vanguardistas, supo utilizar a los hermosos jóvenes del cuerpo de baile de su conjunto con frescura y sutileza, en la ejecución –aún perfectible particularmente en la gestualidad de la parte superior del torso– de los pasos del vocabulario del ballet más deudores de la danza española, notablemente los establecidos por la escuela bolera, tanto para los saltos, los giros y los pasos de transición, siempre siguiendo una intencional dramaturgia. Para lograr todo ello, sonó la música –en una impecable grabación– de Rodrigo, con sus rotundos acordes, sus despliegues tímbricos y sus dinámicas majestuosas para convertirse en fundamental factor del éxito de este ballet.

La función de Gala, en una colmada Sala García Lorca, presentó en su primer segmento a la Compañía Ecos, con un breve montaje de versos del poeta granadino bautizado como “Los flamencos cantan a Lorca”, con la participación de dos declamadores andaluces y los intensos solos del bailarín cubano Danny Villalonga. Acto seguido, llegó la música con las interpretaciones de un sensacional grupo vocal masculino local, Sine nomine, y finalmente, el Ballet Español de Cuba –beneficiado con música en vivo por la orquesta sinfónica del principal coliseo habanero–, con escenas de “El sombrero de tres picos”, en versión coreográfica de la bailarina Irene Rodríguez (sus solos impresionaron sobradamente al auditorio extranjero y del patio), sobre la música original de Manuel de Falla. RM

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