Danza Teatro Retazos estrenó “Trazas”, de Isabel Bustos, una obra abstracta que plantea interrogantes metafísicos.
Foto: Nancy Reyes.

Nuevamente, en menos de dos meses, convoca y seduce esta pequeña mujer de energía incansable por cuyas venas fluye sangre ecuatoriano-chilena, es también cubana por adopción y formación artística. Isabel Bustos, egresada de la escuela nacional de ballet de La Habana, marchó a Europa para incursionar en el aprendizaje de otras técnicas contemporáneas, muy en boga en los años ’80 y ’90. Sus creaciones más recientes acusan una impronta de subliminal cubanía, dentro de su peculiar estilo de danza-teatro.

Con “Trazas”, interpretada por Danza Teatro Retazos, su directora y fundadora, Isabel Bustos, acomete un reto en el que muchos coreógrafos han sido derrotados, especialmente en el terreno de la incomunicabilidad con el espectador, al penetrar el mundo metafísico de la filosofía y de las esencias. En este caso particular, pretende con la danza interrogar “la esencia humana”. Muchos meandros de su escritura coreográfica se muestran difíciles de interpretar, las lecturas polisémicas que sugiere la autora se hacen, paso a paso, más crípticas.

Una simplista orientación llega con el programa de mano, el cual remite a la entrada del término “traza” en un diccionario de lengua española: (De trazar). F. Diseño que se hace para la fabricación de un edificio u otra obra. 2. Plan para realizar un fin. 3. Invención, arbitrio, recurso. 4. Modo, apariencia o figura de alguien o algo. 5. Huella, vestigio. 6. Electr. En las pantallas de rayos catódicos, trayectoria descrita por el punto luminoso. Llevar o traer algo. Llevar camino (estar en vías de lograrse).

Por lo tanto, valió la pena disfrutar la fuerza desplegada por sus muy entregados actores-bailarines en los violentos y agresivos movimientos, tendientes a diseñar el espacio teatral con elementos tomados de las técnicas del “contact”, así como de los neoexpresionismos germánicos del “terre ? terre” (algunos bailarines serpenteaban la escena cual salamandras del mioceno, al inicio y al final de la obra), y de las acciones repetitivas propias del posmodernismo de las tendencias foráneas.

En cuanto a la producción, la coreógrafa contó con la buena elección del acompañamiento sonoro elegido, tanto con los fragmentos de músicas firmadas por los compositores Arman Amar y el omnipresente Phillip Glass, así como con los efectos especiales de unos imaginarios helicópteros o naves espaciales conminando a los “seres humanos confrontados abiertamente en sus contradicciones”. Un feliz apoyo por el técnico César Ruiz aquí, como lo fue por Miguel Ángel Ortiz en la eficaz iluminación del final abierto, cuando esta “comunidad de terrícolas” parte hacia un probable paraíso o averno...excepto un terrícola…¿la especie estará asegurada con la clonación?

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