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Danzahoy | actualidad | Danza Contemporánea de Cuba: Y ya pasaron 50 años
JULIO 2009 | EDICIÓN Nº84

 

actualidad

Danza Contemporánea de Cuba

Y ya pasaron 50 años

El grupo festeja sus 50 años con obras de dos de sus jóvenes creadores: “Carmina Burana”, de George Céspedes y el dúo “Breath Fragment”, de Julio Iglesias. A estas celebraciones se sumó una pieza de Sasha Waltz

Esta nueva versión cubana de “Carmina Burana” está ejecutada con una impresionante fuerza épica, especialmente por el virtuosismo técnico de los bailarines.
Esta nueva versión cubana de “Carmina Burana” está ejecutada con una impresionante fuerza épica, especialmente por el virtuosismo técnico de los bailarines.
Foto: Nancy Reyes.
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En su primera temporada habanera de 2009, la compañía Danza Contemporánea de Cuba, que dirige el ex bailarín Miguel Iglesias hace más de dos décadas, ha estrenado en su país dos obras creadas para públicos foráneos por jóvenes coreógrafos del conjunto: “Carmina Burana”, de George Céspedes y el breve dúo “Breath Fragment”, de Julio Iglesias.

El estreno mundial de la controversial pero indiscutible obra maestra del compositor alemán Carl Orff –inmensamente popular bajo el Tercer Reich hitleriano–, “Carmina Burana” tuvo lugar en 1937, y aunque menospreciada por algunos musicólogos como “carente de sofisticación y sutilezas”, siempre estuvo vinculada con la danza, y de ella se cuentan más de una decena de versiones, no siempre logradas, decantándose como clásicas solamente unas pocas.

Esta versión bailada y concebida por George Céspedes, con la contribución coral de los miembros de DCC, fue creada en noviembre de 2008 en el Auditorio Nacional de la capital mexicana, ante doce mil personas entusiasmadas, y con la participación de estelares bailarines invitados, tales como Rasta Thomas, Hernán Cornejo y los cubanos Anette Delgado y Joel Carreño. Que, esta vez, contaron con el soporte musical en vivo de unos 300 músicos y coristas, incluyendo los solistas, así como el empleo de “backprojections” con imágenes alusivas a los textos medievales sacros y profanos de la estructura original debida a Orff.

Las puestas en escena de esta archiconocida pieza, considerada por algunos especialistas como oratorio o como una cantata–escénica (si bien Orff la concibió como una ópera), fueron producidas con particular énfasis en la coreografía, desde la primera en Francfort con coreografía de Inge Harding. Ulteriormente, han quedado en los anales las versiones de Mandrik (Berlin, 1941), de Hanka (La Scala de Milán, 1943), de Elsa von Rosen (Ballet de la Ópera Estatal de Baviera, 1959), de John Butler (New York, 1959) –tal vez la más ampliamente conocida–, y otras que vieron la luz en la década del 60, en Canadá y en Berlín.

En América Latina, también aparece registrada una excelente propuesta coreográfica en 1983 en México (repuesta recientemente en 2006), realizada por la talentosa pionera de la “modern dance”, Nellie Happee. Así los mexicanos se enfrentan a su primera experiencia con los 250 poemas en latín y alemán medieval del siglo XIII hallados, como se sabe, en el monasterio de monjes católicos benedictinos en la localidad de Beuren, cerca del actual Munich, luego conocidos como “Canciones de Beuren”.

Orff quedó entonces seducido por la temática de las canciones, y para su ópera eligió 25 textos que organizó en tres partes: La primavera, La taberna y el Amor, antecedidos por el expansivo “O Fortuna” que también sirve de epílogo. “Carmina Burana” ha fascinado a coreógrafos, bailarines y público por su vibrante empleo de los timbres, especialmente la percusión, y por la vigorosa imagen musical de danza que proyecta.

Igualmente, su vigencia se ha mantenido por décadas, ya que su temática responde perfectamente al “hic et nunc” (el aquí y ahora) de los tiempos que corren: amor, lujuria, sexo, alcoholismo, vicios de los juegos de azar y la glotonería. Al parecer, estos monjes no escatimaban en reparos pontificios para divertirse, pero sí tenían muy clara “la fragilidad de la vida”. Indiscutiblemente, los coreógrafos que conocemos se inclinarían, en mayor o menor medida, a mostrar una concepción pagana de la vida.

En el caso de la composición coreográfica elaborada por Céspedes, estrenada en la Sala Lorca del Gran Teatro de La Habana, ella no se desmarcó de la esencia misma de la obra ni de su estructura musical, en cambio, estuvo muy diferenciada de sus antecedentes cubanos, tanto de la primera creada por Iván Tenorio en 1971 para el Ballet de Camaguey, bautizada originalmente “Juegos Profanos”, y luego cambió para denominarse “Cantata” (con logrados diseños de Otto Chaviano. Posteriormente, esta coreografía revisada por su autor fue adquirida por el Ballet Nacional de Cuba y estrenada en 1984 (con diseños de Salvador Fernández). Años después fue montada para el colombiano Ballet de Cali.

Esta nueva versión cubana es ejecutada con una impresionante fuerza épica, tanto por el virtuosismo técnico de los dúctiles y hermosos bailarines (de ambos sexos), que integran actualmente las filas de DCC (obligados aquí a seguir los explosivos “momentum” de la música, mediante una excelente grabación europea), y para comunicar sus secciones, Céspedes decide irse por el posmodernismo coreográfico de la llamada “second new wave”, donde fusiona movimientos reiterativos –útiles a los objetivos de su discurso estético–, con los otros de diversas técnica, escuelas o estilos.

La “troupe” aparece vestida, a partir de los figurines expresionistas diseñados por Vladimir Cuenca, con trajes de indefinición de la época que tienen aplicaciones intercambiables, con coloraciones neutras en los matices del negro y el gris, en unas ejecuciones marciales que no eluden las diagonales, las alineaciones clásicas ni los movimientos en canon, o el empleo del baile “terre ā terre” o los acrobáticos saltos balletísticos, incluso con osadas cargadas del “contact”, donde se intercambian los “partenaires” de ambos sexos, y en todo momento su demanda física es un elemento de asombro. Los solos y dúos, que en el estreno mexicano bailaron los invitados de otras compañías, esta vez fueron brillantemente entregados por bailarines solistas del afiatado cuerpo de baile que actualmente ostenta el conjunto DCC (pero sus nombres no fueron destacados en el programa de mano).

Si algún reproche podemos señalar a esta puesta, que podrá pulirse o corregirse en venideras representaciones, en mi opinión, la más notoria revisión estaría en la selección de las imágenes proyectadas paralelamente a los bailables, pues algunas de ellas atentaban contra la atención focalizada en la danza, mientras que otras se integraban acertadamente en forma y contenido con los propósitos dramatúrgicos de Céspedes, de evidente fuerza poética puntual.

Loable es el propósito expresado por Miguel Iglesias, el producir una ulterior representación de la pieza de Orff en La Habana, con la participación en vivo de todas las fuerzas musicales que intervinieron en el coliseo de la capital azteca el pasado 2008.

“Breath Fragment”, segundo estreno

El breve pero emocionalmente intenso dúo que abrió el programa, debido al talento del joven bailarín Julio Iglesias, acompañado por George Céspedes en su contraparte escénica, es un inteligente “work–in–progress” de danza–teatro minimalista, que emplea una serie de elementos de los llamados multimedios con una intención ecologista primaria. “Breath Fragment”, es su título anglosajón original, ya que fue estrenado en el extranjero, sin embargo el público asistente en la Sala “Lorca”, se preguntaba, ¿por qué sus parlamentos estaban filmados en inglés con subtítulos en español sobre la pantalla del ciclorama o declamados sobre escena en inglés, y no viceversa?

La danza de este dúo –para los que consideran un concepto ilimitado de este arte hoy–, contiene mucho de la improvisación de la post–modern dance, y en esto Iglesias (primogénito del director de DCC) se desempeña admirablemente, con un empleo dosificado de elementos que pudieran herir la sensibilidad de algunos espectadores, como fue el pez “viviente” en la boca de su contraparte, mientras ejecutaba una gestualidad especular naturalista. Elemento escénico protagonista en este caso fue el diseño de luces por Alexandra Morales, muy vinculado al collage musical de la cinta empleada.

La ambientación general va a tono con una frase extraída por Iglesias de un filme del argentino Eliseo Subiela, “El lado oscuro del corazón”, que dice: “todavía no he probado un vino superior a mi sangre”. Un intento aproximado de danzar la Filosofía…?

En una posible lectura, la “denuncia” pronunciada en inglés por los dos intérpretes en los fragmentos verbales transpira un nihilismo algo trasnochado.

Otras interesantes propuestas anuncia la compañía coreográfica cubana durante el año de su cincuentenario, entre ellas los talleres y posibles creaciones por parte de afamados coreógrafos extranjeros, como Mats Ek, Ana Laguna o Sasha Waltz, y sin duda de los más importantes de la isla, que culminarán con el CUBADANZA de enero 2010.

1 comentarios a este artículo

1 | tere carrillo aviles | 13/07/2009
Antes que nada mi mas sincera felicitaciones!, como una admiradora de la danza contemporanea y es para nosotros un deleite el poder disfrutar el nivel de esta grandiosa compañia GRACIAS! por hacer vivir el arte de la danza.

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