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Danzahoy | actualidad | Ballets Russes: Los grandes cumplen cien años
ABRIL / MAYO 2009 | EDICIÓN Nº83

 

actualidad

Ballets Russes

Los grandes cumplen cien años

La compañía creada por Sergei Diaghilev en mayo de 1909 reunió a los más destacados artistas de la época y marcó un hito en la historia de la danza y el arte del siglo XX. Su influencia aún hoy perdura.

Afiche de la época
Afiche de la época
Fotos archivo Célida P. Villalón.
Galería de fotos

En este mayo de 2009, los Ballets Russes de Diaghilev habrían cumplido cien años de existencia. A fines del siglo XIX, el Ballet Imperial del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, continuaba bajo la égida del ilustre coreógrafo marsellés, Marius Petipa, quien llevaba treinta años de dictadura absoluta en sus funciones de director. Los grandes espectáculos de danza con elaborados patrones coreográficos, típicos del gran maestro, se sucedían sin interrupción, pero habían caído en una peligrosa aunque brillante monotonía, ya que Petipa no propiciaba que surgieran nuevos valores en el campo de la coreografía.

Petipa había llegado a la Rusia Imperial en 1847, con un contrato de bailarín que duraría un año, pero su estancia se prolongaría, y mucho después, en 1854, aún estaba en San Petersburgo, cuando fue nombrado instructor de la Escuela Imperial Rusa. Ese nombramiento dio lugar a que la prolífica inventiva del maestro marsellés elevara la escuela a nuevas alturas. Algunas de las magníficas obras que Petipa creó hasta 1903, año en que fue forzosamente retirado de la escuela, aún existen en el repertorio de varias compañías de danza del mundo.

Después del retiro de Petipa, el ballet continuaría un curso rutinario, tanto en Moscú como en San Petersburgo, de la mano de talentos locales, y esa situación se prolongaría hasta el alba de los Ballets Russes.

Puro talento

La fermentación había dado comienzo algunos años antes, sin embargo, con la publicación de una revista titulada Mir Iskoustva (El mundo del arte), dirigida por un grupo de amigos intelectuales que frecuentaban los círculos artísticos de San Petersburgo. Prontamente, la publicación comenzó a ejercer gran influencia en el desarrollo de las bellas artes en Rusia.

El grupo de amigos, llamado jocosamente “los Pickwickians”, sentía gran atracción por las artes visuales, y su interés en la danza había tenido lugar poco antes, cuando vieron actuar en el Teatro Mariinsky, en 1885, a la bailarina Virginia Zucchi. De ella dijeron que “había más arte en la curvatura de su espalda, que en todas las obras poéticas de Italia”.

Entre los más destacados miembros del grupo estaban el libretista y bocetista Alexander Benois, de apellido oriundo de Francia, y el pintor ruso León Bakst. A ellos se uniría, casi desde el principio, un provinciano llamado Sergei Diaghileff, nacido en Perm en 1872, que provenía de una familia distinguida venida a menos.

En 1890, Diaghileff se radicó en San Petersburgo con idea de estudiar leyes, pero su interés mayor era la música, a la que deseaba dedicarse como compositor. No obstante, el músico Nicholas Rimsky-Korsakoff escuchó una de sus composiciones, y le aconsejó que mejor se dedicara a otros menesteres. Fue entonces cuando Diaghileff se unió al círculo de los Pickwickians, y muy pronto fue el espíritu que los guió y movió a grandes empresas artísticas.

En 1904, la revista cesó su publicación, y entre ese año y 1908, Diaghileff y sus amigos organizaron varias exhibiciones de pintura rusa en San Petersburgo y París. Los viajes de Isadora Duncan a Rusia, en 1905 y 1907, ejercerían una influencia definitiva sobre los Pickwickians, que cayeron bajo el hechizo de la danza libre y naturalista de la Duncan, y trataron de incorporar lo mejor de ella a las ideas del grupo. En 1908, Diaghileff haría su debut como empresario teatral, presentando la ópera “Boris Godunov” de Modest Moussorgsky, en París, con el famoso bajo Feodor Chaliapin en el rol titular.

El éxito obtenido motivó un contrato para Diaghileff con el teatro Chatelet de París, para presentar una temporada de ballet ruso al año siguiente. En aquellas primeras funciones en la capital francesa, el empresario lograría reunir a un grupo de bailarines con licencia del teatro Mariinsky, y del Bolshoi de Moscú, desconocidos hasta ese momento (a excepción de Anna Pavlova, quien ya había bailado en Europa antes), al frente de los cuales iba Michel Fokine, encargado de la selección del reparto. La plantilla inicial incluía a Pavlova, Tamara Karsavina, Vera Karalli, Yekaterina Geltzer. Sofía Fedorova, Vaslav Nijinsky, Adolphe Bolm, Michael Mordkin, y varios bailarines más.

El repertorio seleccionado, además de la ópera “Iván el Terrible”, de Rimsky-Korsakoff, contenía varios ballets que causarían una revolución: “Les Sylphides”, de Chopin; “Cleopatra”, con música de varios autores, “Le Pavillon d´Armide” de N. Terechpnin, y las Danzas Polovtzianas de la ópera “Príncipe Igor”,de Borodin, todos con coreografías de Fokine, junto a “El Festín”, un divertissements, extraído de varias obras de Petipa. La fecha del debut, mayo 17 de 1909, marcó un hito en la historia de la danza mundial: el comienzo de una nueva era, y el nacimiento del ballet moderno, del cual, sin duda alguna, sería Fokine el iniciador.

Rumbo a la fama

El éxito de las presentaciones fue extraordinario, y no sólo recayó en los bailarines, que se convertirían en estrellas de la noche a la mañana por sus dinámicos bailes, sino en Fokine, por sus coreografías innovadoras y diferentes. También la visión, buen gusto y tenacidad de Diaghileff fueron reconocidas como genial, por haber hecho posible que el ballet clásico emergiera fuera de Rusia como una organización moderna. Los bocetistas Benois y Bakst fueron asimismo admirados como iniciadores del “art noveau”, por los llamativos colores que usaban en los decorados y vestuario. El triunfo de aquella primera temporada determinó que Diaghileff se inclinara al ballet clásico con preferencia sobre las otras artes.

Durante los veinte años que duraría la existencia de tan extraordinario conjunto, surgirían en él otros artistas como Leonid Massine, Olga Spessitseva, Alicia Markova, Felia Dubrovska, Serge Lifar, y Antón Dolin, u otros, como George Balanchine –contratado como coreógrafo por Diaguileff en 1924, cuando andaba de gira por Europa con Alexandra Danilova y Tamara Geva–, quien crearía un total de diez trabajos para los Ballets Russes, entre estos, “Apolo”, de Igor Stravinsky, y “El Hijo Pródigo”, de Serge Prokofieff, dos de sus obras maestras, durante los cuatro años que perteneció al grupo.

No hay duda de que uno de los mayores logros de Diaghileff fue la agrupación de intelectos de diferentes senderos artísticos en su derredor. Su iniciativa logró conjuntar, en distintos momentos de su vida, a los talentos más relevantes de una era, que incluía compositores, además de los mencionados anteriormente, como Claude Debussy, Maurice Ravel, Francis Poulenc, Manuel de Falla, Darius Milhaud, Georges Auric, Eric Satie, Vittorio Rieti y Nicholas Nabokov. Pintores y diseñadores como Pablo Picasso, Henri Matisse, Natalia Gontcharova, Juan Gris, Giorgio Di Chirico, José María Sert, igualmente que Utrillo, Roualt y Roerich, exhibieron sus talentos en el repertorio de los Ballets Russes, creando infinidad de magníficos decorados y diseños de vestuario, de extraordinaria belleza y colorido.

Los Ballets Russes de Diaghileff terminarían sus actividades al morir su mentor y alma, en Venecia, en 1929. Inmediatamente después, René Blum, con la mayoría de los bailarines que habían quedado inesperadamente sin rumbo, iniciaría un nuevo conjunto llamado Ballet Russe de Montecarlo. En 1936, el Ballet Russe se dividiría en dos: comenzando bajo la dirección artística de Massine, un grupo conservaría el nombre, y estaría vigente hasta 1962. El otro grupo surgido de la división, bajo la égida del Cor. W. De Basil, sería conocido como Ballet Russe de De Basil, si bien más tarde usaría el título de Original Ballet Russe, hasta su final en 1948.

El interés por los Ballets Russes de Diaguileff ha renacido desde la celebración de una reunión, en el año 2000, en Nueva Orleáns, EE.UU., que agrupó a un buen número de los bailarines de los conjuntos que heredaron el legado del afamado promotor ruso, aún sobrevivientes. Meses más tarde aparecería esa reunión, y la historia de quienes lo integraban, en un espléndido DVD exhibido en cines de arte con gran éxito.


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