Elizabeth Gaither y Jared Nelson en el pas de deux del Hada Confite en la versión de Septime Webre de “Cascanueces”.
Foto: Brianne Bland. Gentileza WB.
Galería de fotos

Cuando llega la Navidad, Washington DC adquiere un encanto particular. Deja ser la ciudad de los museos para adquirir los colores y los sonidos del “Cascanueces” de Tchaikovsky. En el Warner Theater, el Washington Ballet tiene su cita anual para su “Cascanueces” que estará en cartel hasta el 28 de diciembre. La obra, creada hace 5 años por su director, Septime Webre, costó cerca de un millón de dólares, y está ambientada en los personajes y los paisajes de esta histórica ciudad.

En el Kennedy Center, todos los años una compañía diferente hace su debut con su propia versión de “Cascanueces”. Y así como El American Ballet Theatre tuvo su turno en 2007, este año llegó a Washington, sólo por cuatro días, desde el 11 al 14 de diciembre el Joffrey Ballet de Chicago, con la versión de Robert Joffrey y Gerald Arpino, fundadores de la compañía. Esta versión ambientada en 1850 tiene una puesta en escena de estilo netamente victoriano.

Este año, en el Distrito de Columbia y sus alrededores se presentarán durante los fines semanas de diciembre cerca de 45 versiones de este clásico del ballet. Y tal como decía el recordado Fernando Bujones, el “Cascanueces” es “el pan y la mantequilla” de todas las compañías de ballet de Estados Unidos. Chicas o grandes, todas se lanzan a recaudar fondos en esta época en la que los niños están de vacaciones y en la que el clima navideño incita a ver, una vez más esa obra maestra creada por el trío Petipa-Tchaikovsky-Ivánov.

En el encantador hall del Warner Theatre, cascanueces de todos los tamaños, bailarinas, hadas y juguetes maravillosos, camisetas del Washington Ballet, trenes eléctricos y miniaturas navideñas se exhiben para la venta todos los años. Un espectáculo aparte. Pero nada se compara con la fiebre incontenible de los niños que llegan, algunos por primera vez al teatro, para ver una historia con soldaditos vestidos con los colores de la bandera de Estados Unidos y con el uniforme que se usó durante la guerra de la Independencia. “La intención fue incorporar la historia de la ciudad –comenta Webre–, y de hecho, este ‘Cascanueces’ es una fiel representación de esta ciudad. La gente de Washington puede verse reflejada en él”, mientras asegura que este año incorporaron en los distintos repartos 350 bailarines y niños reclutados de las tres sucursales de la Washington Ballet School de Maryland, el Distrito de Columbia y Virginia.

Historia local

Con cambios respecto de las versiones anteriores, Webre incluyó 12 ángeles más por función, lo cual representa un total de 48 niños más dentro del reparto general. Webre remarca la importancia de hacer una obra de contenido eminentemente clásico y a su vez la importancia de que la compañía, a través de esta obra, llega a hacer 40 funciones en todo el mes. Algo que sólo se da en Navidad.

“La coreografía de Septime (Webre) es difícil técnicamente, con pasos que tienen mucha continuidad y que implican un gran desafío –a apunta la cubana Laura Urgellés quien participó en el primer estreno de la obra–. Siempre he tenido diferentes partenaires y todos los años la experiencia ha sido distinta, especialmente por mi necesidad de interpretar siempre algo nuevo”.

Para Urgellés, el “Cascanueces” fue un “descubrimiento” desde el primer día que llegó a este país, hace 14 años. En Cuba nunca habían bailado la obra completa porque no figura en el repertorio por cuestiones ideológicas y por las referencias a una fecha religiosa como la Navidad.

Algo semejante, pero por causas diferentes, le ocurre al recién llegado Lucas Segovia, joven bailarín Argentino que acaba de recibir el Premio Clarín como bailarín Revelación y que desde hace tres meses se incorporó al Washington Ballet, después de haber estado durante varios años en la compañía de Julio Bocca.

“Nunca hice ‘Cascanueces’ antes y soy un novato en esto –dice Segovia–. Si bien vi otras versiones, me parece muy acertada la idea de situarlo en la ciudad donde se hace”. Segovia confiesa su entusiasmo ante este nuevo reto que lo pondrá frente al público de Washington con códigos poco familiares para él. “Vengo de un entrenamiento contemporáneo y moderno y este cambio es interesante”.

Pero sin embargo, lo que más lo asombra es la fiebre navideña de estos días en la ciudad cuando el frío llega a temperaturas bajo cero y la nieve amenaza. Mientras tanto, en su tierra del hemisferio sur las temperaturas sofocan la Nochebuena con amenazantes 40 grados de calor.

“El cascanueces es como un buen amigo que siempre retorna, lo hacemos una vez al año y es como celebrar Navidad o Año Nuevo. Especialmente porque nuestro repertorio es más contemporáneo, es bueno que nuestros bailarines, que tienen una formación básicamente clásica, puedan hacer una obra como esta. Además, este es un año especial porque pulimos la producción”, agrega Webre.

En Washington, los cascanueces invaden la ciudad, y en cada resquicio, en cada esquina, la música de Tchaikovsky se cuela como invitada especial mientras en la calle también se asoman los copos de nieve infaltables en todo “Cascanueces”.

Comenta este artículo

Puedes ser el primero en dejar un comentario.