El coreógrafo catalán Ramón Oller presentó en La Habana, en el Festival Internacional de Ballet, su obra dedicada a los gallegos inmigrantes.
Fotos: Nancy Reyes.
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El coreógrafo catalán Ramón Oller, uno de los más destacados creadores contemporáneos de su país, celebra este año sus “Bodas de Plata” con la compañía Metros. La agrupación, que está a la vanguardia del movimiento de danza de la Península, está integrada por 28 miembros, 12 de ellos tienen formación como bailarines.

Creada en 1984 Metros es una de las pocas agrupaciones privadas que se mantiene estable financieramente. En la celebración de su aniversario, tendrá que acometer una larga gira internacional para bailar en Roma, New York, París, Tel Aviv, y en casi todas las comunidades españolas.

Recientemente el coreógrafo presentó en el Festival internacional de Ballet de La Habana su obra “Una rosa, una rosa...”, basada en poemas de la gran poeta española Rosalía de Castro. Los intérpretes fueron los bailarines del Ballet Nacional de Cuba (BNC).

El exitoso creador formado fundamentalmente en las técnicas de la danza moderna como discípulo ibérico de los emblemáticos Martha Graham y José Limón, intentó crear una pieza que se ajustara específicamente a las características del BNC. Entonces surgió la idea de llevar al movimiento escénico poemas de la eminente poeta Rosalía de Castro, cuyo tema central es el de los gallegos que emigraban a Cuba porque en su tierra no veían un futuro promisorio, musicalizados por Amancio Prada y Carlos Núñez, expresó el coreógrafo.

El título del poema principal es “Proa Habana”, donde se descubre que los naturales de Galicia no buscaban El Dorado, aclara Oller, “sino un lugar donde trabajar porque Galicia era pobre y sus tierras duras de trabajar. Y los gallegos son gente trabajadora y empecinada, que no se arredran ante las dificultades”.

Para hacer esta obra, el coreógrafo utiliza también otros dos poemas de Rosalía de Castro, “La casualidad de la vida” y “Sombra negra”, cuya primera escenificación se produjo en el entonces Gran Teatro de Tacón (hoy sala García Lorca) en 1892, con musicalización de Juan Montes. “Es una canción ‘alalá’, apunta Oller, que se sigue conservando como la canción más emblemática de Galicia donde se integra lo tradicional con el poema de la inmensa Rosalía”, aclaró.

En 1991, el coreógrafo llegó a La Habana para mostrar su obra al público cubano, y en otra ocasión posterior se presentó con su propia agrupación en los festivales La Huella de España.

La crítica y la divulgación de la danza son puntos álgidos para el coreógrafo. “Solamente considero dos puntales de la crítica de danza actual, Roger Salas del diario madrileño “El País”, y Marjoleen Van der Meer,de La Vanguardia, en Barcelona. Poseen un nivel de formación que ha dignificado la danza en España. Pienso que someter una obra de danza y juzgarla es algo muy duro, y ellos salen airosos, a mi criterio. Sin embargo, hay otros que se aventuran a escribir sobre danza y resulta que la empobrecen”, comentó.

Y agregó: “Es mejor que no la toquen esos que no la entienden. En mi país ha sucedido con políticos que la han utilizado con el objetivo de beneficiarse en sus campañas electorales”.

Inmerso en la problemática de la danza en España, y en el debate permanente sobre la carencia de una compañía de ballet clásico, Oller remarca la acción de Ángel Corella, primer bailarín del ABT, quien ha decidido pelear desde las raíces con la creación de su propia compañía, el Ballet de Castilla León.

Más allá de su admiración por la labor de difusión que está haciendo Corella en España, Oller confiesa que es de aquellos que sueña con que exista una compañía clásica en el país. Pero al mismo tiempo remarca la necesidad de crear una escuela, con “buenos profesores”, para evitar la formación de un grupo integrado por bailarines foráneos invitados.

“Quedan muy pocas compañías de ballet en el mundo verdaderamente nacionales. Incluso dudo del futuro de los conjuntos de Rusia, debido a la disgregación de sus cuerpos de baile, al éxodo hacia occidente en busca de beneficios económicos o fama transitoria. Es necesario lograr el equilibrio entre el porcentaje de bailarines nacionales permanentes y extranjeros temporales. Empero, lo esencial es lograr una formación de 10 años como mínimo con bailarines locales, porque para lograr un éxito en lo que se interpreta, en el ballet, no se puede improvisar”, enfatizó.

Oller pone énfasis en que los jóvenes bailarines comprometidos con una carrera profesional como ésta no pierdan la pasión por la danza, la disciplina, y que a su vez mantengan el respeto con el legado de sus predecesores. “Hay que aceptar lo que enriquece, experimentar lo nuevo y no oponerse. Eso les dará un valor agregado. Deben saber que a partir de ahí edificarán su carrera. Hemos tenido casos excepcionales, porque sin poseer una gran técnica, han brillado por su integral y profunda interpretación”, concluyó”.

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